sábado, 29 de noviembre de 2008

Íntima y nocturna

Después de la explosión sigues bajando al caracol. Llevas horas descendiendo, a tientas vas descubriendo el muro espiralado, sus quiebres y mareos. El rumor del mar ha menguado y ya no es para tanto, empiezas a ver tu silencio. En un balconcito empedrado sobre un acantilado ronroneas y gorjeas sin acierto, dando vueltas en el vacío coqueteas, más no caes, sino que como una gata perfecta mantienes tu cuerpo enhiesto.
Ahora estás en pleno silencio, no escuchas las olas ni tampoco las gaviotas, sólo tu respiración que va y viene como una anciana señora roncando en el tiempo. Entonces llegas a una gruta. Es una cueva oscura y mojada de agua salada. La tierra es arena blanca con fósiles moluscos y no se escucha nada, ni el suspiro de un hada. Te arremolinas buscando una mágica figura, un caracol iluminado en la tumba o en la cuna. Poco importa si estás muriendo o estás naciendo, lo que importa es que eres una y te estás multiplicando.
Te has echado.
Ahora tu cuerpo está relajado y te concentras en el dolor que empuja huesos y músculos por tu vientre atravesados. Vas abriendo un sendero para tu niño venidero. El cerebro se te estruja hasta hacerse diminuto como un dátil jugoso o una esponja enana. Ya tus manos no utilizan utensilios ni herramientas, sino que laten, gruñen y murmuran que por fin te has vuelto hembra.
Aparece una barca. Está hecha de lianas y de yedras. Te acompaña un sabio o una bruja, no aciertas a saber de quién se trata, pero sabes que está entero y te mira como a una hermana. Allá llegas. La barca te lleva y te sientes ligera, entonces abres la boca, cantas, gritas e invocas hasta que de tu lúcida vágina emerge un niño, un niño de sangre. Un hijo.
Tu hijo.
Lo abrazas, lo hueles, lo meces y él te busca, te huele, te siente trepando por tu vientre hasta llegar al pecho, donde un pezón le sonríe como si ésta fuera su tierra.
Luego acuden a la cueva otros animales sin truco: monos, cerdos y otros cachorros se agolpan en tus tetas, rozan el cielo mientras maman y amanece.
Ya eres hembra, ya eres tierra. Por fin has llegado del otro lado, íntima y nocturna has invitado a un sin fin de mujeres que el camino han desandado. Todas ellas te miran, todas ellas suspiran y entre flores, permanecen.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Capas púrpuras y batas blancas

El control sobre la vida reproductiva de la mujer en manos de la Iglesia, del Estado, de los laboratorios farmaceuticos desemboca hoy en un pungente interrogante: ¿somos libres o qué? De dónde venimos, escapando de las capas púrpuras y las batas blancas, no necesariamente indica a dónde vamos... ni tampoco dónde estamos, pero puede dar alguna pista.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Mi tiempo no es mío

Ya no sé por qué caminan mis pies, cuál es el motivo de tanto tiovivo ni si podré volver a verte alguna vez . Mi tiempo no es mío. Se lo llevaron las revoluciones y los avances de este siglo, ahora estoy sin pilas, sin paseo y sin sorpresas divinas. Todo está cronometrado en mi vida de cienpies obediente, desde el polbo matiné hasta el lavarme los dientes, pasando por tv3.

El día de la puta

“Feliz día de la puta”, Charlie te mira con una media sonrisa y los ojos muy abiertos, mientras tiende un plato ovalado con un ave pequeña, a decir verdad mediana, que no aciertas a nombrar. “¿Quéee?”, preguntas incrédula apartando el libro que estabas ojeando, “¿de qué estás hablando?”. “Todavía no te he felicitado, hoy es el día de la puta” aclara tu maridito con un tono francamente cariñoso, “...te he cocinado algo sabroso”. Estás a punto de echarte las manos a la cabeza para mostrarle claramente tu felicidad y tu asombro cuando se escucha un temblor impresionante. Bajo tus pies vibran las alfombras cachemiras, las baldosas, los tuétanos de hormigón y la casa se tambalea, con las paredes derrumbándose alrededor como una chabola de papel. Charlie hace equilibrios para salvar la cena gritando “!Nooo!, ¡¡el pavo no!!” pero el pavo, ahora lo sabes, sale volando por la ventana y detrás de él vuela Charlie con sus alpargatas. Tú aguantas prendida al sofá, con una mano agarras la damajuana y con la otra el libro que te tiene atrapada. De pronto se escucha un sonido de aire, un bufo potente absorbe hacia el fondo de la tierra todo lo que fue tu hogar, destruyendo tubos de agua corriente y cables de electricidad, sillas, lámparas, cientos de enseres y tu precioso ajuar.
Luego, quietud y silencio.
Cuando alcanzas a mirar entre el aire polvoriento descubres que tu mansión se ha pulverizado como un viejo quiosquito de periódicos arrasado por las marejadas del clima trastornado. No queda nada de lo que fue, más que el sofá morado y una lámpara de pie. Tú estás milagrosamente salva, en un paisaje desolado y fantasmal, con tu libro a un costado. A lo lejos se escucha un extraño silencio, de mar embravecido y pájaros volando. Te lames los labios y notas que el polvo está salado, cargado de hierro, carbón y otros sabores pesados. Pata de pavo es lo que estás tanteando sobre el sofá mientras buscas el interruptor para encender la luz. Con una mano encuentras el interruptor y le das, algo descreída. Sin embargo la luz se hace y te encuentras a las mil maravillas. Con la otra mano te agencias la pata de pavo y le hincas bocado.
La cena está servida. Tú estás a la deriva y la heroína de tu cuento todavía no ha llegado, así que abres el libro donde lo habías dejado y te entregas sin reservas al viaje más intrincado.

martes, 25 de noviembre de 2008

De brujas y esbirros

Pareciera que después de siglos de maltrato, las mujeres hemos alcanzado el privilegio de la ubicuidad. Ahora estamos en todas partes, tenemos un cuerpo múltiple y extenso hecho de millones de cabezas. Algunas piensan, deciden, legislan, escriben y comercian. Otras bajan la mirada y esconden la cara. Muchas viajan con hijos a cuestas o del otro lado del mapa para ganar algo de plata, porque el aire no basta. Otras luchan para besar a quién les plazca y concebir, criar y vivir como les venga en gana. Somos muchas, ciudadanas muy distintas y curiosamente, todas malvadas brujas. Y es que ahora que la igualdad es de agenda pública y se mueven peligrosamente las parcelas y las túnicas, surgen románticos esbirros y asesinos a raudales, para salvar al mundo entero de las brujas y sus males.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Caracol

Caminas a oscuras, tanteando con tus dedos temblorosos la superficie húmeda de los ladrillos rosados. Tus pies se deslizan con cuidado sobre escalones de madera vieja con vetas abiertas de las que surgen astillas e hilos gastados.

A pesar de la incertidumbre, de no saber ni ver con los ojos por tanto tiempo cerrados, desciendes por la escalera de caracol a una velocidad sostenida, como si bajar fuera cuestión de estado. Estado de neblina, de incontinencia y de menoscabo. El ritmo de tus pies va etiquetando los escalones que dejas con viejas palabrejas: abedul, pan tostado, tortuga y aceituna son motes que brotan de tu intelecto acongojado. Más abajo, un escalón doblado te muestra un semáforo: amarillo, verde y morado, pase, no pase, frene y sea bien educado.

Tú decides que bajas, con tus largas pezuñas golpeando en el silencio y el hocico mojado goteando chorretes de moco licuado. Cuando de pronto la luz resplandece temblorosa y sorpresiva, puedes ver la escalera que desciende interrumpida, y en una esquina contra el muro, un tramo suspendido sin conexión hacia abajo ni hacia arriba. Ahí está tu bebé perdido: en ese pequeño rectángulo colgado en el vacío, tu hijo, a cuatro patas como buen mamífero, te busca en su agitada espera.

Descubres entonces que el niño no corre peligro. Que sabrá esperarte sin salir del recuadro, protegido del salto al vacío por su instinto divino.

Pero, ¿cómo vas a rescatarle? Los dientes te crecen y las muelas hunden sus raíces en tus sienes. La cabeza te explota de grises y matices mientras remodelas el mundo en tus dedos ausentes. Amnésica estás presente de manera intermitente y tu consciencia va y viene, entre la carne, los músculos y tus células sufrientes. De pronto tus pulgares se ponen a ulular como bichos enroscados, atrapados en una ceguera omnisciente:

-“!!!!Charliiiiiiie!!!!”.

Es un aullido rotundo, la palabra insuficiente para explicar tu dolor de mundo.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Fórmula

"!Otroooooo!". El pediatra alemán grita desde su despacho y dudamos un poco, porque no somos los únicos en la sala de espera. Hay otros. Padres, madres, abuelos y niños de varias edades esperan con nosotros. Finalmente decidimos que nos toca y metemos la patita en la puerta. Nuestro retoño sonríe rozagante, saludando desafiante al pediatra que pregunta sin cambiar de tono: "¿gases?, ¿cambio de pañales?, ¿dientes?, ¿come carne?". Vamos respondiendo poco a poco, rezagados como orangutanes, mientras desvestimos al bebé y le explicamos que come, caga y ríe como todos los monos. Es feliz nuestro retoño. "Con la teta ya vale, ahora hay que darle fórmula", dice mientras le enchufa una vacuna sin parpadear. Bebito llora, se retuerce y cabecea como un oso. "Tiene carácter..." dictamina el médico mientras tantea sus mucosas y le aprieta la panza. Lo pesa en la balanza y es evidente que el osezno engrosa que no es poco. Aunque la teta ya no vale. Ahora, dice este señor, hay que darle alimentos sustanciales: pollo, carne, cereales. Estoy por abrir la boca cuando me encaja la libreta sanitaria y me saluda, hasta pasadas navidades. Para la revisión de un par de meses, a ver si deja los pañales. Nuestro hijo no es moco de pavo pero adolescente tampoco. Sólo tiene 7 meses. Con las tuercas apretadas nos expulsan a la calle, donde acabamos de ponerle la ropa y cubrirle sus partes. En la salida, otras familias visten a sus infantes, en 7 minutos pasamos la prueba y ahora, habrá que darles fórmula para que lleguen cuanto antes.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La mosca blanca

olfatea su lugar
en el muro negro
la negra
busca su colchón
refugios que son islas de sueño
chozas que son trampas
destinos sin dueño
cabezas arrancadas
o educadas en la exquisitez
tradicional del Cuco´s Gang
más exportable
entre ríos de odio
superstición y miedo
arden vetas profundas
en el mármol y el oro
se desplaza una pupila
hambrienta
buscando devorar
lo otro

viernes, 14 de noviembre de 2008

Lo Perdido

“Ye she long da tian, ye she long da tian”. Repites mentalmente mientras corres con tu alma malherida. Charlie es una imagen borrosa en tu frente marchita. Ya no recuerdas cómo le amabas ni si era un amante decente, ya no recuerdas casi nada. Y sin embargo estás habitada por un ritmo demente, un grito enloquecido que te empuja a buscarle y ay, por encontrarle tienes alas. Volando has llegado hasta el local de los chinos, al lado de donde vive la chinita que te dijo esas palabras. “Ye she long da tian” estás murmurando cuando de pronto a tu lado escuchas una voz amortiguada. “¿Tienes fuego, guapa?” te dice un joven moreno, con la mirada aguada y hablar gangoso. “No fumo” respondes y sin querer añades “ye she long da tian”, en voz baja. El tipo abre los ojos como pozos y te aclara “Abuelo es dragón del cielo es una balada… cuenta la historia de un hombre bueno que fue aniquilado al alba. Su hija estaba embarazada, llena de sueños. Pero había una maldición heredada entre las mujeres de esa casa…”. Miras sorprendida a ese hombre y entonces le hablas “¿Cómo te llamas?, preguntas. “Louis Perdido. Lo para los amigos.” Te dice él casi risueño. Entonces buceas su mirada y está calmada, sin ruidos. Aunque sus pies están hechos añicos y sus ropas son harapos, Lo promete un buen rato. “¿Qué buscas?”, te inquiere él mientras tú oteas del otro lado, buscando en la tienda alguna pista que resuelva el asesinato. “Busco…busco…”, hesitas un instante y luego afirmas “busco a mi hermano”. Entonces caes en la cuenta. Charlie es tu hermano. También tu hombre, tu amante, tu enamorado. Pero sobre todo tu hermano. En esta vida y en la otra quieres abrazarlo, saber que está bien, acompañarlo. Entonces recapacitas “Bueno, no. Es mi marido. El padre de mi hijo. Se perdió hace meses, siglos, años… no recuerdo. En esta esquina estuvo y me llamó por teléfono…”. “Ah, vaya”, responde Lo, “Yo también la estoy buscando. A mi hermana, a mi amada. Amy se llamaba. La muy guacha… se fue sin decir nada. Una mañana, al despertar ya no estaba... había dejado las llaves de mi coche en un vaso de agua, con un papelito. Me explicaba que el coche estaba en la playa Ancha, si lo quería. Y firmaba pidiendo que no la buscara, nunca. Cuando fui a la playa a por mi coche descubrí que estaba bajo el agua… había aparecido aquella semana y estaba en el espigón, entre las rocas metido…” Lo arrastra estas palabras y luego ruge enfurecido “!Por eso metió las llaves en el agua, la muy bestia!... al principio no lo entendí, ¿sabes? Pero es que ella siempre ha sido rápida y yo, lento”.
Lo Perdido mueve la cabeza como si doliera. Te está doliendo el cuello de tanto pensar en ello, entonces buscas en tu bolso y le tiendes unas llaves. “Es viejo pero funciona”, le dices sin pensar en lo que haces. “Está aparcado frente al parque, un Citroën amarillo. Era de Charlie”. Lo Perdido te mira como si estuvieras loca. Luego mueve la boca y le salen borbotones de fresas, frambuesas y frutas deleitables. Flores de risa brotan en el aire.
Lo Perdido te mira, respira y trina estas frases “Las mujeres sois el más bello enigma que nos dejó el de arriba. Qué pena que algunas estén tan desquiciadas haciendo disparates. Amy se llevó a mi hijo, se fue con sus amigas divorciadas a trepar una cima. Fuimos un buen equipo pero nos metió dinamita porque quería cancanear, festejar y trasnochar. Ganar guita y estar como la que más… y ahí se fue la madre con mi criatura prendida". Lo suspira hondamente y añade pensativo "Nunca has de hacer lo que no quieres que te hagan”, clavando sus ojos transparentes en los tuyos “no dañar, pisotear ni insultar al que te ama…”

Lo Perdido se calla. Tú no hablas.

En ese momento el motor de una motocicleta estalla, suena su estruendo y pasa a vuestro lado como un trueno una moto de gran calibre. “¿Lo ves?” te dice Lo Perdido, “de tanto correr la gente ha perdido el sentido….” Cuando está diciendo esto te acuerdas del tiempo y miras tu relojillo. Son pasadas las siete y has de correr a buscar a tu niño. Te despides de tu amigo y él te besa agradecido. Con esta perla como guante ceñido te devuelve a la ciudad en la que estáis perdidos: “No corras, belleza. Si corres te puedes caer o puedes perder a los que van más despacito. Y luego, en la cuneta, sola o majareta, ¿quién te va a querer?".

jueves, 13 de noviembre de 2008

Accesos y excesos

Parece que los accesos de las mujeres a las oportunidades están mejorando en todo el globo. Son más las madres que trabajan y acceden a puestos de poder, son más las que deciden. Poco a poco van llegando, trabajando más y cobrando menos, con mucho esfuerzo. Aquí van algunos datos y la vivencia de una jueza argentina. Acá cifras de espanto sobre la discriminación de las niñas. Y acullá, Caperucita Roja en el Senado. Pero no sólo hay discriminación de género, la diferencia empieza en el barrio, la alacena y el armario. Así estamos, en una pirámide global con cuatro cabrones blancos en la cúspide trepados, y en la base, pobres, indígenas, negros, enfermos, mujeres, niños y ancianos. En la pirámide atrapados, cuando llegue el apocalipsis, entre sombras y fanstasmas bailaremos abrazados.

martes, 11 de noviembre de 2008

Paradigma para dignas madres

He aquí una noticia que anuncia el advenimiento de una nueva era: finalmente los bebés volverán a ser hijos de quien los concibiera. Ya no serán las máquinas, cables, protocolos e instrumentales el universo nutricio de nuestros recién nacidos, sino que será la piel de sus padres, sus voces y su aliento entibiecido. Por fin, ¿volveremos a la Tierra?

El fantasma de la teta

La lactancia humana es una actividad extraña. Tan antigua como la patata, no es exclusiva de la tierra asiática ni de la americana, sino que se expande por doquier donde llega nuestra raza. Dan de mamar las mujeres hawaianas, las haitianas, las suecas y las eslavas, dan la teta en Dinamarca, en la Patagonia, en New York y en el Sri Lanka... y sin embargo sólo conocemos su fantasma. Poco se sabe de este arte noble y femenino de nutrir al que le hace falta. Se ha dicho que la cerveza cría leche y que amamantar adelgaza, en otros lugares prohiben la teta porque insulta a algún profeta, a veces le ponen veta, a veces la promocionan, unas dicen que calma, otras que lloras o que te hace valiente y las más flacas, que engorda.
!!!Aquí gordas y flacas, tetas secas o repletas, exorcisen sus fanstasmas!!!

lunes, 10 de noviembre de 2008

A cuchillazos

Con ostias, patadas y puñetazos. Así tendrán que defenderse los niños de sus padres y los padres de sus hijos para poder acceder al amor de madre o mujer. Un fiasco, una tristeza infinita aunque sea en tren de broma y con brillantez. Pueden ver el reflejo de nuestras egóticas parejas y escuálidas familias aquí. Pero no olviden que las posibilidades son infinitas y donde hay lucha puede haber colaboración, donde hay soledad puede haber comunión y donde se aman dos, podrían amarse tres.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Bienvenid@ a la crisis

Ha llegado la tan cacareada crisis a nuestra isla de ladrillos. El sol revienta las espinas mientras levanto mi dedo al viento: para un lado o para el otro, por donde sople pongo a arriar las velas. Son de cera violeta, azul y magenta. Todos colores morados, para mis noches de luna sedienta y mis amores de teta. He dado de comer a los gatos y retiro las espinas relucientes para evitar algún estrago, cuando reparo en las noticias del papel de diario sobre el que un felino ha vomitado. Los titulares anuncian suicidios en masa en la costa oeste norteamericana, miles de nuevos refugiados aterrados y la caída en picado de los divorcios entre hispanos. En estas lindezas estoy pensando cuando le pregunto a mi vecina por encima del cercado, una viejita alemana con moño desgreñado, cómo encara la cosa a sus venerables años. "Con un poco de agua caliente y unas hierbas del campo, mientras tenga cartas de bridge, lo importante es seguir jugando", me confiesa tarareando una melodía, que anuncia un nuevo día.
Al pincharme con una espina, recuerdo un cuento de Margarita, la autora de Faustina en la hoguera, que narra una noche extraña en que su perra estaba de parto y atrajo la sombra de un gato. Al oir a los animales gruñendo, Margarita fue a su encuentro y encontró a su perrita llorando lágrimas de sangre. A los pocos días extirparon el útero a la anciana perrita y Margarita la cubrió de besos y caricias. En otra noche rara, Margarita escuchó nuevos gruñidos y al acudir junto a sus bichos descubrió lo que había sucedido: el perro de la casa había violado a la perra, estando encendido no supo oler el vacío.
Entre el bridge de mi vecina y las desventuras uterinas de mi amiga Margarita, me he quedado en el sistema prendida. Como la sombra de un gato o las noticias con espinas es nuestro presente anatema. Y para eso nos visten con sus pobres prendas millonarias. Por esto es que esta noche planeo quemar en la hoguera mis mejores vestidos, mis botas de Prada y todos mis anillos. Excepto una piedra preciosa antigua y verdosa, que tiene dedos de pan y ojos de viento para aprender a contar a la luz de las velas la verdad de los afectos.
Si la crisis es voraz, que se coma las mentiras.
Que se coma las caretas y el oro virtual.
Que nos deje en pelotas, sin marcas, sin títulos, sin propiedades y sin doctorados, que pulverice records mundiales y gratificaciones navideñas, sueldos arañados y delicatessen extremas.
Que la crisis purifique, desintegre y renueve en unos cuantos años lo que hemos envenenado durante siglos. Si así fuera, que así sea, ya tengo medio cuerpo metido en la hoguera. El resto lo dejo para la crisis venidera.
Visiones de un elfa sudamericana aquí

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Bebé Mi-das en el limbo

“Bebé, bebé”, susurra una azafata inglesa pestañeando y echando besos al aire con sus morritos rosados “¿mi das un besito?”. Van pasando una detrás de otra enfundadas en sus uniformes rojos y ajustados, la pelirroja sonríe con todos sus dientes diciendo “¿qué, eeeh, qué bebé? ¡¿mi das una sonrisa, eh, guapo?!”, la rubia pizpireta hace sonar la lengua moviendo la cabeza de un lado a otro mientras se acomoda la chaqueta, “ay, qué hermosura, ¿mi das la mano?…” pregunta; cuando lo toca el niño suelta una carcajada sonora, "!mira cómo ríe, si lo ilumina todo!" exclama la rubia con los brazos abiertos.
Después del aterrizaje, los pasajeros del vuelo a Ibiza, que han resultado ser en su mayoría ancianos de viaje en comitiva, pasan frente a Bebé y saludan haciendo carantoñas, le rozan los dedos, le tocan la punta del pie, dicen algo, aplauden, cantan, sonríen… y caminan a todo trapo para bajar del aparato componiendo un cortejo añejo pero entusiasmado.
Más tarde, reconocemos las playas de la Isla. Recalamos en la Cala Vadella donde el sol hace de prisma y despliega sus colores desde el cielo, tanto brilla que no nos vemos. Con la mano por visera oteo a lo lejos a un tipejo con sombrero de vaquero. El tipo nos ve y cambia de rumbo, hasta nosotros camina dando tumbos. Llega y con su sonrisa revela mil birras pasadas por nicotina. “Ay”, casi canta “he visto al niño y por poco mi da un…”, tocándose el corazón le cambia la cara que se vuelve dulce y agraciada. Entonces entona un verso con ritmo flamenco: “Qué cara más bonita tiene ese niñoooo”. Bebé abre la boca dando saltitos y gritando como un monito. El niño festeja al artista y el artista vuelve al mundo. Al vaquero flamenco le brillan azules los ojos mientras musita “yo tuve una mujer y una niña… una tarde pasó un autobús y se las llevó a las dos… las mató. Así que ni mujer, ni hija”. Luego me pide que le ayude a sacarse un collar de cuentas marrones y plateadas, “para él”, dice, “se lo pones cuando quieras, que sea grande, pequeño, pero se lo pones”. Yo asiento y agradezco. Y el flamenco vaquero se va por donde ha venido, doblando las piernas con su cante dolorido.
En el silencio de la cala nos quedamos suspendidos, el mar va y viene meciendo las barcas. Bebé en el limbo y servidores cosiendo el orlo del viento con sonidos.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El paraíso

“Está bajo los pies de las madres” dice Abdel del otro lado del teléfono. “¿Qué?”, le respondo confundida por las interferencias urbanas. “El paraíso”, repite, “está bajo los pies de las madres”.
Más tarde camino con este marroquí bello como un dátil, él pasea sus huesos a mi sombra y da unos saltitos femeninos mientras levanta la capota del cochecito de mi hijo y se explica con timidez , “si te parece, para que no le dé el sol”. El paraíso está bajo los pies de las madres y este musulmán es de esa especie rara de hombres que tienen el útero en el corazón. Tiene manos como llaves y pies como raíces, ojos como bocas y dientes que sonríen a una voz amarga: “dejé a mi novia catalana”, explica, “porque me acusaba de no querer cuidar a nuestro hijo”. Lo raro es que el hijo de ambos todavía no existe y ya se han divorciado por su causa. Entonces, pienso en el paraíso y en el infierno, y me pregunto si las mujeres no llevaremos el infierno en el alma, programado en nuestras células cristianas. Machista, golpeador, bebedor y, como todos egoísta, si es moro mucho peor. Mi amigo me muestra las manos y son blancas. Aunque su novia catalana las vio negras, oscuras y mal encaminadas. Qué pena. Que el paraíso quedando tan cerca nos encuentre tan fastidiadas.