lunes, 28 de julio de 2008

Transformación al atardecer

“¿Cómo te cambia la vida, eh?” La sarna de tu vecino te pica en los dientes cuando le ofreces tu mejor sonrisa forzada mientras limpias con un pañuelito arrugado las babas de tu vestido recién estrenado. El atardecer es precioso en el local al aire libre, abarrotado de veraneantes, al que habéis acudido esperando aparecer en la foto de los más. Los más guapos, famosos, trendys y deseados de la zona retozan tumbados en hamacas, entre cojines y cocktails coloreados. Tú caminas entre la gente a paso de tortuga, teniendo cuidado de no caerte entre las piedras, con una mano recoges tu falda y con la otra sostienes al retoño. A tu paso las mujeres sonríen, mueven la boca y hacen carantoñas. Algunos hombres abren y cierran la mano saludando a tu hijo. Te das cuenta de que nadie repara en tus zapatos último modelo, ni en tu cuello y tus hombros bronceados. Pasas desapercibida, como hembra has terminado. Te has convertido en la humilde portadora de un niño, el bebé es tu mayor reclamo. Más tarde, tu compañero se bebe un gin tonic y tú sorbes un insulso zumo de melocotón, con los pañales y el kit de cuidados debajo del brazo. Algunas chicas bailan al son de la música y contornean sus cuerpos dorados al sol, mientras tú buscas un lugarcito a la sombra para dar la teta. Pasa un adonis musculoso, una modelo rubia se sienta a su lado y empiezan a comerse los labios. Cada vez que te giras para mirar discretamente, tu bebé suelta un chorrete de leche por la comisura de los labios, manchando tu ropa interior y creando el nefasto efecto aureola. Estás hasta las manos. Querrías estar en la foto pero tus tiempos de ninfa se han esfumado, lo estás confirmando mientras metes con esfuerzo tu vientre abombado. Ya no estás para la publicidad del verano, todo ha cambiado. Sonríes a tu hombre, pero él babea embelesado por una morena de senos imponentes, perfectos, inhiestos. Tu pecho recoge una señal endocrina y suelta un chorro, animado, que recorre la garganta de tu niño, hasta ser eructado. ¡Hurra! Le estás amamantando, la lactancia es un éxito y te sientes afortunada por este ser recién llegado. Luego te ataca el hambre y decides meter el dedo en un pote de alioli, el pan está del otro lado y hacerse con él es complicado. Por un momento dudas, temes que puedan sorprenderte en un gesto tan poco agraciado. Rápidamente hundes tu índice en la crema sabrosa y te lo llevas a la boca, ansiosa por hincar bocado. Tragas la pastita y echas una mirada alrededor, para confirmar que nadie te ha visto. Efectivamente, nadie te mira, ni siquiera saben que has llegado. Entonces comprendes que hay varios tipos de mujeres, las rubias, las morenas, las tetonas, las petites y las ambigüas. Y del otro lado, junto a las madres, las abuelas y otras especies invisibles, aparece tu cuerpo recién trasformado.

martes, 22 de julio de 2008

La hierba del vecino

“¡Le está chupando el dedo del pie! Ha dejado la copa de whiskey y el puro y… te lo juro, ¡le está chupando el dedo del pie!”, grita tu marido desde la terraza sentado frente a un catalejo. Lleva puestas su vieja gorra de marinero y sus triunfantes chancletas estivas, aunque tiene el aire desprolijo de la falta de sueño. Lo observas por la ventana de la cocina y le escuchas por encima del ruido de platos, pero no le respondes con un grito para no despertar a tu bebé. Aunque de veras quisieras saber… y ella, ¿qué hace?, ¿le deja chupar el dedo tranquilamente?, ¿lo mira con cara de gata salvaje?, ¿se contorsiona cómo una serpiente?... El yate lleva amarrado una semana y cada mañana desayunan salmón, frutas exóticas y huevos de ave. Vosotros, mientras tanto, coméis pan de molde untado con crema de cacahuete. Luego la niñera viene a buscar a los niños y el machote se tumba en la proa a ojear finanzas, ella se mete en el jacuzzi y se masajea sus piernas largas. Mientras, tu marido busca ofertas de mobiliario en el patético diario local y tú rascas cacas resecas de Pirata, tu amado animal. Luego, los niños bucean, conducen la lancha en miniatura y aprenden a pescar. Mientras, tú barres la terraza con un brazo y con la pierna le das al balancín de tu niño, tu marido restaura un cojín contra el reuma porque ya se sabe, hay que prever el futuro. Ahora te llama la atención su silencio. Por lo general te va informando de lo que hacen mientras tú estás adentro, pero nada, no se oye nada. Después del dedo en la boca… ¿en qué habrán terminado? Miras por la ventana y tu marido se ha esfumado, ahí están sólo el catalejo suspendido y sus chancletas... ¿dónde se habrá metido? Dejas los platos, te secas las manos con un supertrapo multiusos recién inventado y te dispones a darle guerra. Seguro que el muy mamón se ha quedado dormido, estás cansada de decirle que el trabajo dignifica y que así no va a llegar a nada. Hay que estar activo. Al salir a la terraza te das cuenta de que ha desaparecido, no está tumbado en la hamaca ni se oye ningún ruido. Vuelves a tus platos. Y cuando estás enfundando tus manos gastadas en tus nuevos guantes Dedos de Nácar sientes un chasquido y un aliento agridulce en la espalda, olor a tabaco. Alguien te rodea la cintura con sus manos largas y te aprieta las nalgas. Es tu marido, el que carraspea unas palabras incomprensibles, extrañas. Algo así como dame más, sí, sí… dame así, el mantra de una star pornográfica. Te pones nerviosa y se te tensan los oídos. Duerme, sí, el bambino. Olisqueas su pecho de viejo marino y le muerdes la barbilla. Sueltas amarras. Nada importa la hierba del vecino cuando lo empujas hacia el pasillo y lo estampas contra la cesta de lavar la ropa. Así mismo hicisteis a tu niño. Sí, vaya... cómo se repiten las cosas.

La historia de las cosas

Una prima argentina me hizo llegar La historia de las cosas, un material refrescante para niños y padres. ¿Qué pasa en el planeta con las cosas que poseemos? Vivimos poseídos por la posesión y a largo plazo, quedaremos despojados. Aprender el abc de una nueva filosofía es tarea urgente, aquí tienen el enlace hacia el primer paso. Que lo disfruten.

lunes, 21 de julio de 2008

Hijo, te presento a tu eduglovia

A continuación sigue el comentario de Mariana, un llamado a la educación itinerante, libre y amistosa. Pensé en tomar la educación en mis manos e imaginé un futuro abierto, conocedor de los grises y de las desigualdades, atento a las fuentes, reino de los tiernos y de los iguales. Imaginen ahora ustedes. Aquí propuestas, enlaces y contactos para la educacción de los chavales.

martes, 15 de julio de 2008

Forofas del pañal

Estás espiando a tu bebé desde detrás de la cortina. Hace ya horas que duerme y no aguantas más, necesitas tocarlo, olerlo, relamerte los labios acariciando su piel. Se mueve un poquito como si estuviera soñando. Sabes que no tardará mucho, es hora de mamar otra vez. Pasan los minutos y sigues de pie espiando, pero tu bebé no se decide. Duerme, rebufa, hace algún ruidito. Con cada movimiento y cada sonido tu cuerpo se tensa como un junco al viento, estás pronta, lista, con las tetas chorreantes bamboleando debajo del vestido. De golpe tu niño emite un suave quejido, abre la boquita en forma de rosa y suelta un alarido. Es el grito de la leche. Por fin, ahí estás, excitada como una perra te abalanzas para cogerle. Lo tienes en tus brazos y ahí mismo frente a la cuna lo meces, lo acercas a tu cuerpo fíbrilante mientras él tiembla de hambre buscando el pezón por encima de la tela. Lo hueles, un suave perfume de leche y caca te inunda el entendimiento, las cuerdas y las agallas. Te vuelves loca, explota una cascada de señales endocrinas y te estremece el alma, una espiral atraviesa tu cuerpo hasta las entrañas. Finalmente, tu bebé se prende al pezón y sonríe sin mostrar los dientes. Un aleteo de mariposas asciende por tu vientre y te sume en una dulce vigilia. Sigues de pie aunque no te des cuenta, una fuerza inconsciente te mantiene erguida y ahí prendida, la criatura a la que perteneces te devuelve a la vida.


Instantes mágicos junto a nuestros hijos nos devuelven la comprensión de la vida. Finalmente, podemos aceptar y afirmar nuestra existencia convertidas en forofas del pañal. Cuenta aquí los acontecimientos íntimos que cimientan la unión con tu hijo.

La rueda

Has llegado. Levantas a tu bebé en brazos y sonríe gozoso, le encanta que hagas eso. El camión en el que os transportan coge un bache y pierdes el equilibrio, pero un hombre te sostiene por la cintura. Es tu hermano, aunque no le conozcas. Tiene una boca enorme, la piel resquebrajada e intensos ojos negros. Cuando te mira con esos ojos le recuerdas. Es el que perdió a su hijo la quinta noche, a su mujer se la llevaron desmayada los hombres blancos... Todavía puedes escuchar el ruido que hacían los cuerpos al deslizarse en el agua. Y cómo lloraban. Tú también lloraste, de miedo, de cansancio. Pensabas en tu mamá y en tu hermana, atrás, en la aldea. Apretabas tu amuleto contra el pecho. Después de los niños en el agua, nada. Silencio. Un hombre vomitando. Las estrellas, la noche. Y luego la mañana y más tarde, un barco. Gritos, llamadas, de pronto el corazón en la boca y sabes que has llegado.

(...)

Del otro lado de la pantalla una mujer blanca mece a su bebé en brazos. Mira el reloj. Las 11. Coge el mando con la mano libre y apaga el telediario. Noticias de África que rebotan en sus pupilas y se vuelven alpiste de olvido. Nada, vacío. Repasa mentalmente: colgar la ropa, hacer la cama. Levantar los mensajes del contestador. Comida a los bichos. Tocarle la mano a Albert, escuchar la versión del abogado. Despejar, mover las piernas. Depilarse, terminar de pintarse las uñas. De pronto oye un pitido, es el móvil. Mueve la mano libre y cambia de canal. Nada, vacío. Varias mujeres en una bacanal. Ronaldiño con su nueva novia en las discotecas de Ibiza. Los canales secos de Andalucía. Una almohada inflable para mover el culo mientras estás sentado. Continúa cambiando de canal, inmersa en una cadencia mecánica escucha voces y melodías lejanas. Frente a los flashes de la tele la mujer dormita con su niño. La rueda sigue.

¿Has imaginado alguna vez la maternidad en condiciones de lucha por la supervivencia? ¿Qué es ser madre cuando no se es libre? Aquí, fragmentos de vida al límite, madres agarradas a sus hijos contra las prisiones de la mente, el cuerpo y la desigualdad social.

miércoles, 9 de julio de 2008

Hambre de hombre y sed de marido

Estás desnudo en medio del salón, tienes en tus brazos a tu bebé y por un instante te has perdido. Mientras tus neuronas despiertan del sueño en que andabas metido te miras al espejo, y de rebote, lo miras a tu recién nacido. Vaya, tiene cara simpática el monigote. Sonríe apenas y parpadea como un cupido. Lo miras atentamente intentando descubrir si tiene tus orejas, tu piel, tus bigotes leoninos. Sabes bien que es tuyo, de eso estás convencido. Conoces a tu gata y sus maullidos, ¡la concepción de este niño fue un hecho relamido! Luego, en el espejo, ves tu aparato decaído. Fláccidamente prendido, como un animal inerte, no parece tan importante ni tan imponente. Sabes que tu gata es más rápida, inteligente y resistente cada día, y te preguntas si te verá la gracia todavía. Claro, que antes del destete no va a dejarte porque necesita protección y comida. Pero, ¿después? ¿Se irá aullando hambre de hombre la mal nacida?... Aj. Mejor no pienses. Vuelve a tu retoño. Sonríes ahora con todos los dientes y él te mira fascinado, encantado, entusiasmado. Sí, definitivamente se te parece. Tiene tus ojos verdes y tus orejas tendidas. Está frunciendo la frente cuando de pronto abre las manitas, suelta un rugido temible y una cascada amarilla. Es él, tu cachorro, cara a cara no tienes salida y mientras limpias la leche cortada del espejo, te preguntas: ¿le quería?

¿Hombre, marido, padre? Son palabras que adquieren un nuevo sentido según el estado en que te halles. Cuéntanos lo que ves cuando te miras al espejo y las emociones, sentimientos e ideas que ocupan tus noches de desvelo.

lunes, 7 de julio de 2008

De coles con aceite, remedios contra la mala leche

Esta mañana amaneciste con la teta izquierda, siempre más generosa que la derecha, chorreando leche como si de una fuente venusina se tratara. Ya despierta, hambrienta por los efectos de la lactancia, corriste al supermercado del pueblo a por los víveres de la semana. Frente a la caja, una mujer madura con piel curtida por el aire campestre alaba los beneficios de la lactancia y luego declara: "Yo tuve diarrea cuando mi beba tenía dos meses y el médico me dijo que no le diera más porque la leche estaba mala. Se me pusieron como melones. Hasta que una amiga me dijo que hirviera unas coles, las untara con aceite y me las pusiera en la pechanga. No veas como chorreaba agua...". En Bolivia algunos lugareños dan de beber leche de madre a los viejos enfermos. Dicen que cura la bilis amarga. Estas y otras leyendas, son los mitos de la leche. Que si al beber cerveza el pecho se carga. Que no todas tienen leche. Que el pan da pedos y el ajo enagria. Vete a saber si le gusta y si te quiere...
Comparte aquí tus cuentos y leyendas sobre la mala leche y la leche larga. Trampas y trucos del femenino arte de la lactancia.

viernes, 4 de julio de 2008

Peor el día que la noche

Has soñado que nadabas detrás de un joven bello y musculoso, hacia un escondite azul. Después del encuentro nacía vuestro hijo, un ser negro, peludo y diminuto. Cuando intentabas abrazar a tu querido bebé se te escurría como una pescadilla, dejando escapar chorretes de caca líquida por los cuatro costados. Al despertar estás sudando, el teléfono suena ensordecedor y las facturas amontonadas sobre tu escritorio te recuerdan las entregas atrasadas. No encuentras las llaves del coche y tu hijo berrea su grito de leche. La casa parece una aldea caribeña después del tsunami, el gato ha cagado en el sofà y ya no te quedan bragas limpias. Tu compañero te espera en un par de horas, presentable, para un importante encuentro de negocios con su jefe. Es pleno agosto, el sol bombardea sus rayos poderosos y estás blanquecina y sin depilar...
¿Qué es lo peor que te ha ocurrido desde que ingresaste en el maravilloso mundo de la maternidad?

Partes de partos

Parir en nuestra postmoderna sociedad occidental es, como todo, cuestión de tiempo. Y como tiempo es dinero y quien no corre, vuela, las mamás civilizadas se encuentran contra las cuerdas: "O pares, o vas a quirófano", dice un ginecólogo amenazante mirando el reloj y sacudiendo el termómetro. Podría ser parte de una novela o, sencillamente, una escena que prefieres no recordar.
Cuéntanos de qué manera te persiguió el tiempo durante tu parto, haz el parte porque siendo parte, tal vez podamos hacer algo.

Mi amor, amor mío

Ha llegado finalmente el amor de tu vida. Tiene patitas diminutas, manoplas rosadas y ojos celeste. Nació en tobogán por cesárea o atravesando como un campeón tu preciosa vagina. Es niño, o niña, poco importa. Ha logrado que hagas lo que nunca hubieras imaginado, que sientas lo que nunca hubieras creído. Te ha convertido finalmente en mujer, de los pies a la cabeza. Sientes que le debes la vida y que ahora todo tiene sentido.

Escribe una carta de amor para tu hijo, dile a tu hija lo que has aprendido, lo que sueñas para su futuro. Algún día puede que la lea...

Milactancia política

Horas y horas sentada viendo pasar el día. Platos por lavar, casa por barrer, conversaciones suspendidas y tareas omitidas. Cientos de minutos sumergida en la mirada inmensa de tu retoño, y la vida entera por hacer. Por tu cabeza desfilan pensamientos, proyectos, planes. La milactancia política te ha llevado a un punto muerto, un instante eterno en el que pagarías por tener dos cuerpos, uno para la madre y otro, para seguir siendo niña.

Toma un segundo entre teta y teta, olvida por un instante tus cadenas de leche y pon a volar tus alas: ¿dónde volarías? Cuéntanos tus deseos, planes abandonados y proyectos aparcados. Entre teta y teta, pon a cocinar tus sueños.

De ministras y otras minestras

En estos tiempos de madres ministras y guerras siniestras cabe preguntarse si alguien ha visto alguna vez a un bebé de seis semanas. Si es así, alguien sabrá que aspecto tiene, qué pie calza y cual es su capacidad de autonomía. Se entiende que en estos tiempos de mamás laboriosas, dirigentes y lumbreras los bebés se emancipan de la teta apenas salidos de la panza. Y es que vienen educados, calladitos y obedientes, y apenas hay que llenarles la tripa. La pregunta es: si el modelo a seguir es nuestra ministra, ¿a qué edad les damos de comer minestra?
Cuéntanos qué tal te sienta el modelo Chacón y qué opinas sobre la minestra. Al trabajar e ir a la guerra a ganar medallas... ¿qué será del bebé de teta?
Consulta sobre el efecto Chacón aquí y acá.