Tu hijo camina entre las gradas con un globo en forma de avión atado al dedito. Está radiante con su última adquisición y nada parece importarle más que la silueta brillante que flota sobre su cabeza.
‟¡Qué mono!″, dice una madre con sombrero de piel y voz altisonante, mientras recoge el bolso de Hello Kitty de su hija Orquidea, que está sentada a su lado lamiendo un chupetín multicolor. Al costado de la madre con el sombrero de piel está sentada otra madre, algo más joven, con dos enanos colgados del cuello. El más chiquito mama desaforadamente una teta tatuada con flores de alelí, el otro le toca la oreja mientras se chupa el dedo. La madre tatuada mira a la madre del sombrero por encima del hombro, y luego te mira a ti, ‟¿quieres?″ le ofrece a tu hijo una botella de agua rellena con un líquido de color indescriptible. ‟Es la bebida de Spider Man″, afirma sonriente. Tu hijo la mira con cara de aterrizaje forzoso. No, no quiere.
Ahí parada en las gradas decides que es el momento de ofrecerle algo de comer y sacas de tu bolsa un bocata de jamón serrano envuelto en papel de plata. La madre tatuada te mira raro, quién sabe si por el papel de plata, por el jamón o por la negativa de tu hijo. Tú le sonríes tímidamente, ‟No ha comido nada serio″, te justificas. La madre del sombrero suelta una risita y os ofrece una merienda de cereales y fructosa. ‟Tengo más″, insiste, ‟con esto puede hasta saltarse la cena. Mira la mía qué grande y qué guapa. ¿Eh mi reina?″. Ahora eres tú la que pone cara de aterrizaje forzoso.
En esas estáis cuando dos chavales pasan como una exhalación a vuestro lado, tirando del brazo de tu hijo que ve con sorpresa como se suelta el globo de su mano. La carita se le transforma en un instante pasando de la beatitud al terror y luego al llanto. Tú miras atónita el globo volando hacia lo alto, cómo va haciéndose cada vez más pequeño hasta convertirse en un puntito y luego desaparecer totalmente.
Definitivamente, el globo se ha esfumado. Llorando él por fuera y tú por dentro, dejáis en las gradas el bocata, el papel de plata y a las dos mamás mientras buscáis desesperadamente algo o alguien que os ayude a superar la pérdida.
Tu hijo grita sin que puedas calmarlo durante minutos eternos. Pero alguien aparece detrás de tu sombra, es el amigo que estabais buscando. Tiene las rodillas peladas por las caídas en triciclo y un avión rojo en la mano. Sonríe abiertamente con su diente torcido mientras le dice a tu enano ‟No llores, ya verás, éste tiene alas de veras y puedes hacerlo volar con tus manos″.
domingo, 3 de abril de 2011
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