Frente al tesoro estás palpitante. Mueves las branquias para inspirarte y buscas entre los restos de un naufragio, en un baúl de antiguallas se hallan copas de plata y guantes de esmeraldas, cinturones de fuego y diademas a juego, brazaletes, collares y monedas de antes. Mas no hay joya que te esté destinada. Mientras buscas surge en tu garganta una voz desesperada que en cien burbujas sale enfundada. Gritas y murmuras, farfullas entre dientes porqué no está en el tesoro una pieza refinada que te calce hundida en el agua. Estás abriendo la boca para gritar como una loca cuando la ves frente a tu cara. Es una burbuja franca, transparente, perfecta e impoluta. En ella te ves los dientes y el pelo flotando como alga en la corriente. Ahora tú, reflejada en la burbuja, levitas en el agua. Ahí estás como una sirena rota o una ballena hermosa, lo que eres no tiene palabra pero sí un reflejo claro: pechos redondos, vientre curvado, lengua, dientes y ojos de humano con cola de pescado. Entonces lo entiendes: ahí está el tesoro, eres tú misma hundida para siempre en el océano, flotando como una estrella en agua de mayo, por fin te has encontrado.
viernes, 13 de marzo de 2009
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