lunes, 21 de diciembre de 2009

A veces no sé

Si el pasar de males se va con los años. Es como que te vuelves más amena, con la vida. La sientes toda una: con sus bellezas y sus acritudes. Pasa que te vuelves al camino y ves tantos pasos andados, tantas pérdidas de fulares, tantas malvasías y tantas canciones en los mares!...

La prisa se nos va en la vida cuanto los rosales.

Pero si solamente un niño, una criatura, se enciende bajo la luz de la luna. Es porque durmió en los umbrales de la hambruna, basurales y cajas que ululan. Vida perruna.

Si un alma pasa, y te tira los brazos a la nuca, no digas nada. Verás como el silencio mueve tus alas.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Crecer con tiempo

Demasiado rápido, crecen deprisa hoy en día las niñas. Con la menarquía apuntando a la infancia, las formas redondas se adelantan y las chicas son bebas con falda. Cosas extrañas de nuestro tiempo, en que el crecer ya no tiene su tiempo. El mundo como una batidora de razas y orígenes, y nuestros cuerpos, como brújulas desorientadas.

sábado, 31 de octubre de 2009

Sentar cabeza

Con Victoria Sau al frente del Proyecto Patriarcado, una propuesta que cuenta ya con 250.000 razones de ser, las mujeres anuncian que ha llegado la hora de nombrar, dar visibilidad para poder perdonar y abolir el orden patriarcal mundial. Se trata de escuchar la voz de las mujeres, hombres, y sentar cabeza de una vez. !Salud!

sábado, 17 de octubre de 2009

Abuelas canguro: un hueso duro

"¿Mamá, me escuchas?, ¿estás ahí, me oyes?". Estás gritando al auricular mientras sostienes con una mano a tu bebé de teta y con la otra tu agenda repleta. Tu madre farfulla algo incomprensible del otro lado, de fondo se escucha una música empalagosa, con rintintín latinoamericano. Tu madre se explica susurrando "hija, ¿no ves que son las diez de la noche? Estoy al móvil con Romualdo... ya sabes, el encargado uruguayo, el que me encuentro en el gimnasio...". Estás a punto de preguntar qué hace hablando con Romualdo a esas horas de la noche, pero antes de formular la pregunta ya tienes la respuesta. Está en la punta de tu lengua. No la sueltas... te la tragas y a cambio dices muy resuelta "mamá, necesito tu ayuda. Es sólo esta vez. Me ha salido una entrevista de trabajo con una empresa muy buena y mi canguro está de berbena...". Tu madre resopla impaciente "venga, suelta. Pero date prisa... fecha y hora" espeta escueta. "Mañana a las 7 de la tarde, voy a hablar con el jefe al salir de la oficina", aseguras expectante. Tu madre hace un silencio extraño, incómodo de tan largo. "Imposible. A esa hora no puedo. Tengo clase de salsa". "Pero mamá..." atinas a decir con un tono lastimoso, a punto de llorar. Entonces tu madre baja la voz y te susurra en un hilo bien claro "lo siento mi amor, pero hace siglos que no echo un polbo y de mañana no paso".
Cuando cuelgas, estás deshecha. En un instante la odias por no ser la abuela canguro, y acto seguido, la envidias por tener a su morocho rendido. Del último revolcón con tu escuálido marido no tienes memoria, y por un orgasmo decente, lo reconoces mientras dejas caer tu agenda al suelo, tú también harías -o dejarías de hacer- miles de cosas.

El círculo acuífero, variaciones sobre el nido

La maternidad es una puerta hacia la infancia. Una ocasión para viajar hacia el principio febril de nuestra existencia, cuando éramos esencia.

Pensando en los niños me acordé de Nessa, la Extranjera, y de sus huesos cayendo al precipicio por oír vocablos, mots, palabrejas. Entonces era la fea, o la hueca. Y construyó un Andamio, desde arriba escupía a las viejas y bailaba con los gatos.

Luego fue pendeja y dijo, yo paso. Yo quiero esto, no aquello, lo de más allá. Voy y no vuelvo. O si vuelvo otro tanto, me devuelvo, me vuelvo como aquella y como la otra. Me voy haciendo posesa de trajes, chaquetas y zapatos. Taconeo en los bares, las escuelas y las caletas, con chancletas a lunares.

No importa, la letra.

Lo que importa es que madres las hay a mares. Las hay como Nessa y las hay como el Manzanares, ríos a cientos de la tierra. Entre ellas cuecen las trenzas de las mil humanidades, sus olores, colores y sapiencias.

Lo que pasa es que las madres necesitan padres para decantar hacia el bestial instinto de los pares y de los iguales. Donde hay tresca de la buena, la que implica a las plantas y a los animales. Como semilla has de florecer, al calor de los tuyos, mi niña-eh!

Travestido, proxeneta o lésbica roquera, lo que seas vienes de tus padres. De un ovario inseminado por blanco líquido. Sin padre, no hay madre, lo certifico. Es por la cuestión del círculo acuífero… nacemos de un estornudo fructífero y juguetón, de Buda o Cristo, Mohamed o Colón, de quién es lo de menos.

Puede existir un progenitor, tutor o benefactor. Los hay cuidadores, portadores o educadores, algunas madres son de alquiler, otros son donantes de esperma o biólogos facilitadores. Todo eso existe, pero hasta la fecha sólo dos colores no pueden faltar en la paleta de la naturaleza: hombre-mujer, positivo-negativo, caliente-frío, ying y yang, y siga usted por parejas de opuestos… Así se expresa el círculo acuífero, con el ronrón de sus polaridades avanzando al infinito.

Puesto que no hay cuerda sin nudo, ni bicho sin pitido, como no hay ramas sin raíces, ni polluelos sin nido, los padres han de proveer a sus hijos de dedos finos para interpretar nudos, de un sistema de orientación en el sonido, de raíces fuertes y claras que hagan vibrar sus ramas y, sobre todo, les han de proveer de un nido.

Y en el nido, orquestar con lo niños la sinfonía de la inspiración y el latido.

lunes, 31 de agosto de 2009

Vuelta al cole

Suenan las trompetas de septiembre y volvemos a la carga. Este otoño nos verá con tetas flacas y la pelambrera larga, por qué no, asomando la cara en el túnel de descarga. Encaramos el invierno y la vuelta al cole, y estamos a tope, con las pilas cargadas y ganas de marcha. El colectivo Dones Llop se ha tomado el trabajo de escenificar el anatema de la hembra post-moderna, con su nausea yang y su ying entre las piernas. Si los pelos de abajo están en la cara es más difícil negar las sirenas: vamos que estamos a destajo reivindicando por las buenas, aunque algunos digan que somos chicas malas.

viernes, 17 de julio de 2009

Muerte y la China

“Los Mossos d'Esquadra detuvieron en la tarde de ayer en Barcelona a un hombre de nacionalidad china acusado del brutal asesinato de tres compatriotas. Los cadáveres descuartizados de las víctimas —un hombre, una mujer y una niña— fueron descubiertos pasadas las cinco de la tarde en el interior de un local situado en el número 63 de la calle Hospital, en el populoso barrio del Raval, en la parte baja de la ciudad”.

Lees el papelito que ha quedado pegado entre las baldosas mojadas de tu patio encantado. Ese diario anticuado te recuerda la ausencia de Charlie, tu hombre enamorado. Ves la cara de la niña china en la fotografía y la reconoces, es ella, la señal que hasta entonces perseguías. Pero si la niña está muerta y la tienda china a la vuelta de la esquina ha clausurado sus puertas, ¿dónde vas a encontrar a tu marido ansiado?

Piensas y en la nebulosa adivinas que tal vez has de recorrer las salas de urgencias y unidades de intensivos cuidados. Allí tal vez se halle la respuesta.

Vas como una nueva Dalila en busca de tus perdidas tuercas. En pocas horas te presentas y ya estás frente a un servicial empleado que te explica que si no estás de urgencias, el acceso te está vedado. Has de estar medio muerta para que te abran la puerta.

Es una sala blanca, donde el aire está viciado y los enfermos esperan con ojos de ratón atrapado, las orejas como aristas deformadas y los brazos tendidos, endurecidos y pelados. Tal vez Charlie esté en algún rincón olvidado, esperando a que un suero lo devuelva a su vital estado. Enloqueces de angustia sólo con pensarlo. Si Charlie está en vida, juras que vas a encontrarlo. Entonces te cuelas, entre las camas, las heces, el pus de heridas abiertas y el hedor de rotas muelas, tras un pasillo infinito hallas una puerta que se te antoja distinta. La empujas. Con dolor en la boca y fuerza de loca de tu cuerpo infantil te desprendes. Descubres en la habitación dormida a una bella durmiente con vocación de marido. Es Charlie, finalmente, ahí está tu amor perdido. A los pies de su cama te sientes enana, diminuta en el pasaje de la muerte. Y prendida del amor y la muerte, de pronto te sorprendes. Ya la que eras está perdida y la de ahora es cien mil veces más fuerte.

jueves, 25 de junio de 2009

Partes de partos


He aquí un trailer del proyecto documental Partes de partos, en pleno desarrollo. Espero recibir comentarios, críticas y si hace falta, zapatazos. Se trata de corregir ahora lo que más tarde sería imposible... gracias por aportar y no tengan miedo de arañar, tenemos el ego blindado.

viernes, 19 de junio de 2009

Barba premiada


La artista multisdisciplinar Encarna Martínez ha sido premiada por los pelos de su barba. "Las madres españolas del s.XXI tenemos que masculinizarnos para poder vivir en la sociedd actual. A mí me ha pasado. Mi grado de masculinización ha aumentado con mi embarazo y el parto" afirma la autora desde la web del CCCB dedicada a la muestra de fotografía africana BAMAKO, que en esta ocasión se centra en la obra del camerunés Samuel Fosso.
Esta provocativa imagen es una ventana abierta hacia una reflexión necesaria y urgente. Si las madres nos hemos de masculinizar para sobrevivir en nuestro mundo de locos, ¿quién se ocupará de maternar la tristeza y sus mocos?

martes, 16 de junio de 2009

Nuevas caras

La cara de tu hijo está enmarcada en la ventana, te mira con ojos pícaros y luego hace un ademán con la mano y se pierde tras el marco. Le sigues, sacas fuerzas que se habían agotado. Ahora estás segura de seguir caminando, aunque no sabes bien dónde te llevarán sus pasos. Tras la ventana se abre un camino entre los árboles, un zig zag de ramas verdeando y en el cielo, el azul que habías esperado. Tu hombre, el de la cabeza dorada, se ha esfumado. El chiquito corre y tú le sigues los pasos. Vas que vuelas con las chancletas heredadas de tu abuela y los pies malhumorados, heredados de tu madre la del corazón pesado. Lo que pesa son los años pasados zurciendo el duelo del pasado. Entonces sucumbes, y le sacas lumbre a las noches en vela buscando dados donde sólo hay candelabros. En la oscuridad del derrumbe encuentras cosas de herrumbre y objetos olvidados. Una caja añeja y dentro unas piezas, un prendedor dorado y una vieja pluma. La reconoces. Te fue entregada por un hombre amado y la perdiste, para hallarla de nuevo en tus manos tras un paseo imaginado en le bosque de las lumbres. Allí estaban las lumbreras y te contaron con todas las letras que eras poeta, mujer de letras.
Ah, detrás del niño irás con tus letras. Y corres a ponerte las aletas, los ojos y las branquias de pescado. !Ah, gracias al niño estamos con esas!

miércoles, 27 de mayo de 2009

A la bartola

"!Ala, echate a la bartola mujer, que ahora sí que tienes tiempo!". El que lo dice es tu padre, al teléfono, sacándole hierro a tus quejas sobre lo mucho que te cuesta conciliar lactancia y crianza materna, labores domésticas, trabajos remunerados y un cierto equilibrio en tu salud física y mental. Y es que él, como tu mejor amigo, está convencido de que la maternidad es un chollo que consiste en disfrutar de la calma hogareña y seguir por fin el culebrón venezolano enfundada en un par de cómodas pantuflas. ¿Cómo le explicas a un nostálgico del pasado que hay que cambiar la foto fija? Claro, si hubiera tiempo, le harías un análisis claro. Lo malo es que llegas tarde a recoger las cacas del gato.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Mi maternidad responsable

A medida que crece la vitalidad, fuerza, equilibrio y movilidad de mi bebé, voy ganando millas a la comprensión de la aplastante realidad que llega con la maternidad. Una ya puede ser una mujer independiente, activa y emprendedora, con miles de cosas que hacer, sueños, negocios y mega proyectos, que su bebé se encarga de acompañarla suave e indefectiblemente hacia una cotidianidad rotunda y a la vez liviana. Recoger chiches, hacer papillas y limpiar plátanos aplastados, puré de brócoli y restos de galletas diseminados por todos lados. Lavar y doblar ropa lilipiputiense y barrer esquinas donde escarban diez dedos regordetes y diminutos cuando una se ha despistado. Apenas queda tiempo para el aseo cotidiano, el beso de las buenas noches, la lectura veloz de mails atrasados. Entre teta y teta, leo diarios caducados, vislumbro algunas frases de un libro empezado haces meses. Mi maternidad responsable e instintiva me tiene cautivada, feliz y estupefacta, lo admito, unos minutos antes de caer rendida.

sábado, 9 de mayo de 2009

Son todos unos depravados

Lo dices marcando bien las os de todos, mientras tu marido te mira perplejo por el retrovisor: "¿cómo que todos?, ¿qué quiere decir depravados?, ¿te refieres a que están frustrados?". No sabes, no respondes. Ya no estás segura de lo que piensas, si los hombres son todos violadores como decía Marilyn French o es que te molesta la moda de las go-go girls. Lo cierto es que tu vecino, que tiene dos hijas preciosas y una mujer espléndida, te derrite con la mirada cuando os cruzáis en el supermercado. Se le ponen los ojos viscosos y tardas un rato en sacarte de encima la sensación de que te ha manoseado. También lo es que cada vez más monstruos salen de los sótanos, en Austria, en Argentina y por los cuatro costados. Y es que si no son todos, son unos cuantos.

domingo, 26 de abril de 2009

Diente de ajo

Dos dientes han quedado clavados en tu encía. Son tus incisivos hincados en la noche para cerrar la boca a las palabras, que empujan como una corriente. Por no decirlas te has clavado un colmillo. Sacas de la carne una púa de sangre reseca, luego la sientes. Duele tanto que quema. Después de aquello no estás segura de seguir caminando. Luego piensas que has de salir de la cueva donde estás como gato encerrado. En ese instante, en la oscuridad de tu escondite aparece un muchacho de sienes varoniles, es él, el que cubre con mantas de algodón perlado las cunitas infantiles. Es tu macho. Le sigues entonces hasta una cabeza de esfinge por donde asciende una escalera. Entiendes que él conoce los secretos del camino y que con él llegarás a la cumbre. Entonces pedaleas, le das a tus aletas y en el agua te metes por las grietas hasta ingresar en la gran cabeza dorada. Allí encuentras la escalera espiralada y ves varias puertas, ventanas y pasillos que se bifurcan hasta sacarte las tuercas. Te preguntas cuál es y finalmente, eliges una. Una ventanita pequeña que tiene la voz de un niño escrita con arena. Cuando la abres te invade una brisa rosa de luna llena. Estás oliendo a pañales, ves su risa jocosa y sus locos ademanes, tu hijo como un sueño de las fuerzas siderales.

lunes, 20 de abril de 2009

Mujer colonizada


Si no entienden la letra, busquen anteojos. Aunque a la mujer colonizada le faltan los hoyos del bombardeo capital consumista y la torturante diatriba laboral, no tiene pérdida la obra de las Mujeres públicas. Guerrilleras del suelo público, magas en la arena.

domingo, 12 de abril de 2009

Descalabro

¿Por qué será que en la cuestión de género me cuesta tanto entender algo? En medio de estadísticas, teorías feministas y realidades disímiles y complejas me encuentro con varios descalabros. Estoy recogiendo pedazos de mis propios hallazgos y apenas atino a ver algo en claro: la carrera entre los sexos tendrá hijos huérfanos que aprenderán a correr antes de dar sus primeros pasos. Mientras ellos -y ellas- fuman en la terraza, con un gin tonic en la mano, formulando brillantes disquisiones sobre la sociedad del conocimiento, sus retoños esperarán un gesto-una caricia, humano amparo- atados a un carricoche y a un biberón enchufados.

sábado, 11 de abril de 2009

sábado, 4 de abril de 2009

Gente guapa

Con velocidad tras la burbuja ves tu rostro feroz. Pareces una hiena, te han crecido dientes y cadenas. Ladras a tu lado convertida en una bruja, con espasmódica rabia. Nada acontece, nada se cuece. Sólo escuchas quemar la mecha y una bomba reducir sus latidos al máximo, puro estertor. El tabaco ha quemado tus noches de vigilia, con vergüenza circunspecta miras tus marañas de vacío, que han molido callos amargos en tu interior. Estás hecha una fiera y lo peor es que es contra ti misma, por haber dejado escapar al caballo. Por no poder con los baldes de agua ni con los días de lluvia, ni mucho menos con la inundación interior. En el océano hay días que tienes para largo. Nadas, nadas y sigues nadeando y cada tanto caes en las cuevas, en agujeros impensados.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Gracias por vieja y salvaje

Diana Bellessi, así se llama esta poetisa argentina que canta el "tener lo que se tiene" e indica el lugar íntimo y diáfano de la poesía. Un poco como ella, me siento vieja y salvaje, a la vez que joven y bárbara. No es por la edad, ni por el yo que habla que destila la experiencia sus variabilidades. Más bien, en ese caos armónico que vamos organizando desde los pañales, un yo se enfrenta al intersticio de la nada, entre momento y momento, balbuceando palabras.

viernes, 13 de marzo de 2009

Estrella

Frente al tesoro estás palpitante. Mueves las branquias para inspirarte y buscas entre los restos de un naufragio, en un baúl de antiguallas se hallan copas de plata y guantes de esmeraldas, cinturones de fuego y diademas a juego, brazaletes, collares y monedas de antes. Mas no hay joya que te esté destinada. Mientras buscas surge en tu garganta una voz desesperada que en cien burbujas sale enfundada. Gritas y murmuras, farfullas entre dientes porqué no está en el tesoro una pieza refinada que te calce hundida en el agua. Estás abriendo la boca para gritar como una loca cuando la ves frente a tu cara. Es una burbuja franca, transparente, perfecta e impoluta. En ella te ves los dientes y el pelo flotando como alga en la corriente. Ahora tú, reflejada en la burbuja, levitas en el agua. Ahí estás como una sirena rota o una ballena hermosa, lo que eres no tiene palabra pero sí un reflejo claro: pechos redondos, vientre curvado, lengua, dientes y ojos de humano con cola de pescado. Entonces lo entiendes: ahí está el tesoro, eres tú misma hundida para siempre en el océano, flotando como una estrella en agua de mayo, por fin te has encontrado.

martes, 10 de marzo de 2009

El mismo miedo, de Laura Gutman

Es muy extraño que actualmente sólo podamos imaginar los partos como si fueran “situaciones riesgosas”. Es por eso que recurrimos a “especialistas” en tecnología, poco entrenados para sostener un encuentro humano y sin conocimientos para hacer preguntas adecuadas e íntimas. El motor de las decisiones suele ser el miedo. En consecuencia cada parturienta queda al servicio de las rutinas hospitalarias, en lugar de que el personal asistente esté al servicio de la parturienta. Un verdadero despropósito.Que los partos se produzcan en las clínicas y hospitales trae consigo una contradicción insoslayable: para tratar todas las enfermedades y accidentes se requiere que los médicos y paramédicos “hagamos algo, y rápido”. En cambio, para asistir a una parturienta, lo ideal sería “no hacer casi nada y esperar”. Por lo tanto, la lógica de parir y nacer en instituciones médicas es difícil de explicar.Consideremos que hemos dejado de respetar el tiempo. El parto es una demostración más de que las mujeres necesitamos comprender la dinámica del tiempo, sin confrontarlo ni manipularlo, porque lo único que logramos es quedar “fuera de nuestro tiempo” interno. Sólo cuando comprendamos que el parto sucederá cuando tenga que suceder, las intervenciones innecesarias caerán en desuso. Tomemos en cuenta que si la escena del nacimiento es hostil, si somos mal tratadas, si parimos enchufadas a cables y atragantadas de medicamentos, si nos desconectamos al punto de despersonalizarnos para no sufrir; recibiremos a nuestros hijos en pésimas condiciones físicas y emocionales. Las primeras experiencias de esos niños serán desgarradoras y el futuro, incierto. En cambio si pretendemos convertirnos en una sociedad más madura, más rica, más culta y más pacífica, comencemos por el inicio: hagamos la revolución en las salas de parto. Trasformemos cada nacimiento en una semilla de amor. Informémonos. Hablemos entre nosotras. Contemos la verdad. Pidamos ayuda. Organicémonos. Acerquémonos parturientas y profesionales para saber que compartimos el mismo miedo y la misma ignorancia. No nos hagamos las distraídas porque el cambio depende de cada una de nosotras, las mujeres.

domingo, 8 de marzo de 2009

martes, 17 de febrero de 2009

El libro de las caras

Escribir el libro de las caras sería un dolor de muelas. Estaría ahí, clavado, y sin embargo yo nunca sabría del todo dónde está. Y eso porque las caras son cambiantes e infinitas, innumerables y efímeras, un momento, un instante atravesado por una emoción o un pensamiento y luego la cara desaparece, se esfuma como un viento de temperatura variable.
Escribir el libro de las caras querría decir, tal vez, comparar las caras de ayer con las caras de hoy. Las caras del antes y del después. Pero, ¿antes de qué?, ¿después de qué? Habría entonces que inventar los entres, los siglos en que estuvimos perdidos cruzando barrizales y descifrando briznas colgadas en el sweater de un amante. Tal vez ese amante fuera el marido que una vez besaste con besos encendidos y ahora ni recuerdas, aunque lo tengas delante. Quizá los barrizales tuvieron que ver con tus intentos de llegar la primera, de escalar como una atleta los escaños sociales y de tener tarjetas. O cruzaste ciénagas de soledad y miedo para ponerte una careta y ser la protagonista más bella de Sex in the city, tú la princesa plebeya.
Escribir el libro de las caras sería una labor tan inútil como inabarcable. Inútil es hablar de una cara cuando las tenemos todas e inabarcable porque la que escribe habría de infiltrarse en la intimidad más inconfesable. En el quiebre de la aurora, la cara es otra. Muestra la arruga su pliegue, la borrachera su bronca. A altas horas de la madrugada, en esa línea sutil que nos separa del desayuno, los propósitos y el buen aliento, hemos dejado de ser quiénes creímos que éramos. Entonces nuestra cara no es más que una huella, un topos. Innombrable materia que refleja el devenir de lo que somos.

sábado, 14 de febrero de 2009

Equilibrio

Es lo que buscas. Mantenerte suspendida en ese tibio equilibrio entre las aguas de tu madre, con el cordón tirando suavemente en el vaivén de las ondas. Nadas como un pececito, o como un globo en el aire flotas con una sonrisa constante. Estás buceando entre las rocas, atraviesas verdes prados salpicados de marinos caballitos. Hay algas, ostras, percebes y alquitranes, algún viejo clavo y muchos peces, miles de peces. Nadas en lo produndo del océano y te mueves, aleteas convertida en sirena, nacida dos veces. Entonces en un recodo algo resplandece, brillo dorado que aparece y desaparece. Te acercas. Olisqueas con las branquias como los peces y entonces enloqueces: es un tesoro. Tú tesoro. El que buscaste durante meses...

lunes, 9 de febrero de 2009

Hasta que los hijos os separen

"Cariñoooooo" escuchas la voz de tu marido con un rintintín especial, temblorosa y expectante. Luego oyes cerrarse la puerta, la maleta arrastrar a lo largo del pasillo y las llaves golpear la fuente de porcelana de tu abuela. Estás en el sofá con las piernas abiertas y la patata relajada, los músculos de las piernas te pesan toneladas. Tu marido asoma la cabeza por detrás de la puerta: "hola guapaaa", y luego te mira con ojos de ternero extraviado. "¿Qué pasa cariño, estás enferma?", tú le miras con ojos carniceros y le explicas que SU HIJO ha decidido caminar sobre tu cadáver, que estás hasta el moño de la casa y de trabajar como una posesa. Él levanta un paquetito que lleva colgado del brazo: "Es lencería fina, cariño. La compré en el Duty Free y es a juego con los zapatos...". "¿¿¿¿Qué zapatos????", alcanzas a gruñir antes de lanzarle tu pantufla con efecto boomerang, que lo deja tirado en el suelo y callado por un rato.
Hijos que llegan para quedarse y horrores maritales que se acomodan donde antes había un feliz noviazgo.

viernes, 30 de enero de 2009

El club de las Malas Madres, de Lucía Etxebarría

Yo no soy una buena madre. Y probablemente usted, que me lee, tampoco. Si usted ha decidido quedarse en casa y consagrase al cuidado de sus hijos es usted una madre hiperprotectora, amén de un parásito, un ser que vive a expensas de otro y a espaldas de las verdaderas preocupaciones y dificultades de la vida.
Si usted trabaja fuera de casa entonces desatiende usted a sus hijos, y nadie valorará el hecho de que tenga usted que hacer verdaderos malabarismos para conciliar la vida familiar y la laboral.
Lo peor de todo es que unas madres y otras van acusándose mutuamente: la que se queda en casa arremete contra la que trabaja, y viceversa, como si no fuera suficiente con recibir los ataques de los pediatras, los psicólogos, los especialistas en sueño, los periodistas, las madres, las suegras y las cuñadas.
Nosotras, las madres de hoy, aseguran ciertos psicoanalistas, somos la fuente de todos los problemas de nuestros hijos, porque tenemos demasiada fuerza y le hemos robado la autoridad a los padres.
Si su hijo es hiperactivo, si tiene rabietas, si insulta a otros niños en el colegio, la culpa será siempre de usted, porque o bien le consiente demasiado o bien no le atiende lo suficiente.
¿Y dónde están esos padres a los que les hemos robado la autoridad?
¿Cuánto han luchado para defenderla?
Nadie culpará al padre, nadie cuestionará nunca que el padre trabaje fuera de casa o viaje.
Pero ¡ay de usted si lo hace!
No solo tendrá que enfrentarse al goteo constante de comentarios más o menos directos o indirectos por parte de su madre, de su suegra, de las madres de los compañeros de cole de su retoño, sino, sobre todo, tendrá usted que lidiar con su propio sentimiento de culpa, que no la dejará vivir.
Yo no soy una buena madre.
Trabajo fuera de casa y además viajo.
Dejo a mi hija con canguros.
Tengo novios y vida social.
No le he proporcionado a mi hija ese entorno familiar estable que entronizan los manuales de pediatría y las revistas de papel couché.
No soy una buena madre pero pago las facturas de mi hija (el colegio, la comida, los canguros, la ropa, los juguetes, el pediatra y, muy a mi pesar, las Barbies), apenas duermo para poder llevarla al colegio todos los días, dedico la mayor parte de mi tiempo libre a su cuidado y todo mi espacio mental a pensar en ella.
No soy una buena madre, como no lo somos ninguna.
Es lo más parecido a lo que vivíamos en la primera adolescencia.
La que intimaba con los chicos era una puta, la que se resistía era una estrecha: no había término medio.
El caso es que nunca llueve a gusto de todos y una mujer nunca hace las cosas bien.
A la madre nunca se le valora lo que hace y para colmo no tiene derecho a quejarse, so pena que se le diga que. es una mala madre.
Nuestra sociedad es perfeccionista y quiere individuos perfectos.
Superhombres que se afeiten con acabado impecable, que conduzcan coches que apenas hagan ruido, que vayan al gimnasio tres veces por semana.
Supermadres de brillante sonrisa y silueta juncal, triunfadoras en todos los ámbitos, adoradas por sus maridos y respetadas por sus jefes, y criadoras de niños sanos y emocionalmente estables.
Nuestra sociedad ha convertido el goce en un modelo, y el goce inmediato en el valor supremo.
Y un niño no es goce ni inmediatez.
Un hijo implica renuncia y perspectiva.
Y sobre todo, implica aceptar que la perfección no existe.
Usted, que me lee ¿está con los nervios de punta porque no le da tiempo a hacer todo lo que debería?, ¿tiene diez kilos de más?, ¿no tiene tiempo para ir al gimnasio y, si lo tuviera, lo emplearía en dormir?, ¿desearía que a veces fuera él el que se ocupara de la compra, de la colada, de los biberones y de la visita al pediatra?, ¿a veces se enfada, a veces está harta, a veces llora y a veces, mucha veces, no está en condiciones de dar lo mejor de sí misma?
Estupendo. Bienvenida al Club de las Malas Madres. Recuerde: no somos las mejores pero somos la mayoría.

sábado, 24 de enero de 2009

Tocata

"!!!!Charlieeee, Charlieee!!!!" gritas desesperada. Ahora sabes que le amabas, que le amas con locura mientras pasa un pez espada rozándote con su aguja. En tu gruta de agua salada nadan peces y tú desnuda estás vestida con escamas. Charlie no contesta, nada muda. Escuchas nada, nada te inunda. Y de nada te acurrucas junto a tu hijo en la cuna. Le cantas una nana y te quedas dormida. Le amabas, le amas y le amarás toda la vida. Aunque fuera un fantasma o un invento, aunque estuviera muerto, Charlie sería tu brújula y tu mejor acierto.

sábado, 17 de enero de 2009

El gato, el perro y la gallina de Dr. Carlos González

Picoteaba un día una gallina
entre unos desperdicios de cocina
cuando le sobrevino un deseo urgente
de alzar la vista al frente
y caminar con paso vacilante
(el cuello para atrás y para adelante)
hacia un montón de paja allí dispuesto.
Cacarea, se sienta, se menea,
pica, repica, suplica, tuerce el gesto,
se levanta, se vuelve, cacarea,
puja, empuja, apretuja y pone un huevo.
Un gato, que de todo fue testigo
(aunque el suceso no era nada nuevo)
reflexiona, lamiéndose el ombligo:
"A las puertas del siglo XXI,
y que aún pongan los huevos de uno en uno!"
No alcanza a comprender su alma felina
que una simple gallina,
no sabiendo de ciencia, ni de oficio,
sin el auxilio de gente preparada,
ni acceso al beneficio
de la moderna técnica avanzada
esté a poner un huevo autorizada.
Se acerca el gato a un perro que dormita
al sol junto al corral
y al oído unas frases le musita
en tono coloquial:"¿Se ha fijado, colega
en cómo pone la gallina, ciega
al peligro, sin método ni nada?
Hemos de poner fin a un sufrimiento
que hace de las gallinas instrumento
de la naturaleza desatada."
"Tiene razón", responde el aludido,
"que es la puesta una empresa complicada
para hacerla en un nido.
Hay que abrir un centro veterinario,
a modo de huevario,
en el que sea la puesta controlada
y el huevo por expertos atendido."
Buscar deciden, pues, a la gallina
que a la puesta parezca más cercana,
y resulta ser tal la Serafina.
El gato le pregunta: "Dime, hermana,
¿no notas de algún huevo la venida?"
"Nada noto" — "¡Es puesta retenida!"
"Hemos de proceder sin dilación. Estírate para la exploración."
"¿Me siento así?" — "¡No, tonta, boca arriba!
"Procede a desplumar el perineo
(¡qué vergüenza!).
"Colega, ya lo veo. Con una lavativa
y una infusión de hormonas adecuada
habremos de inducir ahora la puesta;
y una vez dilatada,
hacer palanca con una cuchara
y recoger el huevo en una cesta."
(Hubo de dar el gato una tajada,
porque, si no, no entraba la cuchara.)
Ya se extiende la voz: ¡Por fin la cienciada respuesta a este problema diario!
Las gallinas, con suma diligencia
acuden al huevario.
Y es fama que de ciento que allí ponen
son las cien boca arriba desplumadas
las noventa tajadas, las cincuenta inducidas,
cuarenta instrumentadas, y algo más de treinta
salen con un buen corte en la barriga.
Tan sólo una recela: nuestra amiga que iniciaba esta historia.
Porque es gallina vieja, que ya ha puesto
mucho huevo en la vida, y todo esto
le huele más a esclavitud que a gloria.
¿No ha de tener mi cuento moraleja?
Hela aquí: Mujer, no seas gallina, y si lo eres, sé gallina vieja.
Pregunta al que entusiasta te aconseja métodos tan científicos y nuevos.
"¿Ayudas tú en verdad a la gallina, o sólo vienes a tocar los huevos?"

martes, 13 de enero de 2009

Fuera máscaras, arriba los velos

Hay mujeres que habitan nuestro globo arrastrando bolas pesadas, cubiertas con máscaras y ataviadas con negros velos. Las hay que se deleitan con un pedazo de torta y las hay atragantadas por gordas. En la cuestión de género no hay blanco ni negro, todo es color trigueño. A medias, a trozos, a cachos vamos conquistando la igualdad, que por pudor y temor al bochornazo no llamamos con todas las letras "antigua esclavitud del macho".

Pedalea

Te acabas de despertar y tu niño está prendido. Mama como una rata o un ratoncito, rozando con su palma tu pecho y haciéndote cosquillas con el pie derecho. Sientes una ternura indescriptible ensanchar tu corazón. Tironeado por elásticos el músculo te invade hasta convertirte en una plataforma ancha como una cancha. Ahí habitará tu hijo y desde ahí podrá lanzarse hacia el futuro, misterio de sucesos y azar del destino. “Veremos en qué se convierte este niño”, piensas mientras lo miras con ojos encendidos. Entonces en la cueva se oye un suave sonido, es un chorrito de agua que se cuela por una grieta y llena tu negra caverna como una pileta. Flotas sin problema porque sabes mover las piernas y tu hijo tampoco sufre porque bucea, nada y escupe, como un renacuajo de agua dulce. La cueva se llena de agua y refresca tus enaguas. Entonces Charlie regresa como una meta clara, una visión y una fiesta a la que estabas invitada. De pronto pedaleas, le das fuerte a las piernas y agarrada a tu hijo con decisión buceas, indagas el azul oscuro que va invadiendo la cueva, abres tus ojos a las profundidades azuladas de tu vieja morada.
Estás henchida, dorada y ligera llena de ti misma, convertida en madre tierra. En el fondo de la cueva empiezas a encontrar tesoros: estrellas anaranjadas y fluorescentes flores, caracolas nacaradas, cristales como lágrimas que de tus entrañas profundas cayeron en la gruta y ahora son tierra fecunda.
Sueltas tu cabello y mueves las aletas. Tu tetas estriadas brillan excitadas por esta nueva etapa y se dirigen a la luz, en la superficie donde el viento sopla y el sol destapa.
Ahí vas en bicicleta, pedaleando como un hada marina convertida en atleta.
Has reencontrado tu meta, amar ramas como una ilusa, y no es que estés confusa, una visión lúcida te lleva en volandas: es el amor alquimia más que quimera. Y tendrás un reinado abundante donde antes había rocas. Hacia él pedaleas llamando a Charlie, el chaval de las mariposas, el que revive a las mari-esposas después de muertas.

sábado, 10 de enero de 2009

Libertad de espíritu

"Sostén la mitad del cielo", te dice tu marido mientras aguanta con una mano la bola de cristal y con la otra el alicate. Tú tienes el pie apoyado en un barreño con el bebé adentro y no te fías ni un pelo. "¿Pero no ves que no puedo?", casi le gritas. Estás de los nervios. Esta noche viste en sueños a un hombre de piernas gordas con la billetera repleta de verdes. Luego fuiste a un lugar de alterne con tu hijo en la mochila, pero a la entrada del recinto te anunciaron que tendrías que caminar un buen rato para llegar al lugar de la fiesta. Y es que quieres bailar, descontrolar un rato. Amamantar, limpiar y cocinar no alcanzan a calmar tu sed de botellazo. Con la libertad de espíritu característica de la nueva hembra, le das un martillazo al tema: "!!!!!quieroooo trabajar de estrellaaaaa!!!!".

jueves, 8 de enero de 2009

Mu



"Muuuuuuu...."

Tu voz sale de la garganta como un ronquido, cual vaca o ballena, o como un animal herido, estás mugiendo cuando levantas tu mano y tocas las paredes de piedra. En la caverna todo está oscuro y todo está limpio. Es negra, húmeda y de contornos indefinidos, en ella eres y estás como sedienta, buscando letras con tu mugido.

"Muuuuuuu...." repites. Y entre sueños lo ves a Charlie flotando en un cielo golondrino con el sol languidecido. Recuerdas las tardes de cristales y las mañanas al viento, cuando entre las sábanas le decías tu nombre y en cascadas caían letras en su pecho. Luego, desayunábais medialunas de cobre ensayando el olvido.

"Ay, Charlie". Te musitas mustia como una flor sin sentido...

Entonces enrojece tu vientre y llora tu niño. Le entregas el seno rebosante y florece un manojo de claveles chinos. Tu niño sonríe a sus dientes de leche. Mientras llora, mientras ríe, tú tiemblas como un alambique sumergido en el océano.

Mu. Ahí está el origen, mujer, madre, anciana del abismo.

La clave es tu (d)instinto.

domingo, 4 de enero de 2009

La boca

Apenas amanece sientes tu boca. Tiene un perfil extrañamente ajeno a tus sentidos. Balbucea palabras rotas, dichos de otra. Entonces te incorporas y, cuando estás casi erguida, sientes al niño colgado a tu eslora como un cachalote crío.
No puedes levantarte y mucho menos correr, como habrías pretendido. Vuelves a mover la boca buscando un sentido y de nuevo escupes algunos bramidos, gritos guturales y babas de loba. No es tu boca la que abres y tampoco eres tú la que bajó a la cueva. Ya no hay nadie razonando y fumando cajetillas de cerillas. No hay aspirinas, ni estantes.
Sólo el silencio de tu caverna enmohecida. Tú hijo que palpita y tú lamiendo enfiebrecida.