"Muuuuuuu...."
Tu voz sale de la garganta como un ronquido, cual vaca o ballena, o como un animal herido, estás mugiendo cuando levantas tu mano y tocas las paredes de piedra. En la caverna todo está oscuro y todo está limpio. Es negra, húmeda y de contornos indefinidos, en ella eres y estás como sedienta, buscando letras con tu mugido.
"Muuuuuuu...." repites. Y entre sueños lo ves a Charlie flotando en un cielo golondrino con el sol languidecido. Recuerdas las tardes de cristales y las mañanas al viento, cuando entre las sábanas le decías tu nombre y en cascadas caían letras en su pecho. Luego, desayunábais medialunas de cobre ensayando el olvido.
"Ay, Charlie". Te musitas mustia como una flor sin sentido...
Entonces enrojece tu vientre y llora tu niño. Le entregas el seno rebosante y florece un manojo de claveles chinos. Tu niño sonríe a sus dientes de leche. Mientras llora, mientras ríe, tú tiemblas como un alambique sumergido en el océano.
Mu. Ahí está el origen, mujer, madre, anciana del abismo.
La clave es tu (d)instinto.
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