martes, 16 de junio de 2009

Nuevas caras

La cara de tu hijo está enmarcada en la ventana, te mira con ojos pícaros y luego hace un ademán con la mano y se pierde tras el marco. Le sigues, sacas fuerzas que se habían agotado. Ahora estás segura de seguir caminando, aunque no sabes bien dónde te llevarán sus pasos. Tras la ventana se abre un camino entre los árboles, un zig zag de ramas verdeando y en el cielo, el azul que habías esperado. Tu hombre, el de la cabeza dorada, se ha esfumado. El chiquito corre y tú le sigues los pasos. Vas que vuelas con las chancletas heredadas de tu abuela y los pies malhumorados, heredados de tu madre la del corazón pesado. Lo que pesa son los años pasados zurciendo el duelo del pasado. Entonces sucumbes, y le sacas lumbre a las noches en vela buscando dados donde sólo hay candelabros. En la oscuridad del derrumbe encuentras cosas de herrumbre y objetos olvidados. Una caja añeja y dentro unas piezas, un prendedor dorado y una vieja pluma. La reconoces. Te fue entregada por un hombre amado y la perdiste, para hallarla de nuevo en tus manos tras un paseo imaginado en le bosque de las lumbres. Allí estaban las lumbreras y te contaron con todas las letras que eras poeta, mujer de letras.
Ah, detrás del niño irás con tus letras. Y corres a ponerte las aletas, los ojos y las branquias de pescado. !Ah, gracias al niño estamos con esas!

No hay comentarios: