“Los Mossos d'Esquadra detuvieron en la tarde de ayer en Barcelona a un hombre de nacionalidad china acusado del brutal asesinato de tres compatriotas. Los cadáveres descuartizados de las víctimas —un hombre, una mujer y una niña— fueron descubiertos pasadas las cinco de la tarde en el interior de un local situado en el número 63 de la calle Hospital, en el populoso barrio del Raval, en la parte baja de la ciudad”.
Lees el papelito que ha quedado pegado entre las baldosas mojadas de tu patio encantado. Ese diario anticuado te recuerda la ausencia de Charlie, tu hombre enamorado. Ves la cara de la niña china en la fotografía y la reconoces, es ella, la señal que hasta entonces perseguías. Pero si la niña está muerta y la tienda china a la vuelta de la esquina ha clausurado sus puertas, ¿dónde vas a encontrar a tu marido ansiado?
Piensas y en la nebulosa adivinas que tal vez has de recorrer las salas de urgencias y unidades de intensivos cuidados. Allí tal vez se halle la respuesta.
Vas como una nueva Dalila en busca de tus perdidas tuercas. En pocas horas te presentas y ya estás frente a un servicial empleado que te explica que si no estás de urgencias, el acceso te está vedado. Has de estar medio muerta para que te abran la puerta.
Es una sala blanca, donde el aire está viciado y los enfermos esperan con ojos de ratón atrapado, las orejas como aristas deformadas y los brazos tendidos, endurecidos y pelados. Tal vez Charlie esté en algún rincón olvidado, esperando a que un suero lo devuelva a su vital estado. Enloqueces de angustia sólo con pensarlo. Si Charlie está en vida, juras que vas a encontrarlo. Entonces te cuelas, entre las camas, las heces, el pus de heridas abiertas y el hedor de rotas muelas, tras un pasillo infinito hallas una puerta que se te antoja distinta. La empujas. Con dolor en la boca y fuerza de loca de tu cuerpo infantil te desprendes. Descubres en la habitación dormida a una bella durmiente con vocación de marido. Es Charlie, finalmente, ahí está tu amor perdido. A los pies de su cama te sientes enana, diminuta en el pasaje de la muerte. Y prendida del amor y la muerte, de pronto te sorprendes. Ya la que eras está perdida y la de ahora es cien mil veces más fuerte.
Cuando era adolescente pensaba que la maternidad me llegaría como un hecho natural. Luego me hice grande, fui a la universidad, cambié de país, de novio, de pasión, de profesión y hasta de nombre, para convertirme en ésta que ahora escribe este blog. Ahora que casi he olvidado quién soy y a qué me dedico, entrego mis días y mis noches a un asunto pendiente: el dolor y el placer de ser madre. Mi hijo me trae el sol por la mañana y me enciende las velas por la noche. Este espacio nace para compartir con otras madres emociones, sentimientos, pensamientos, conquistas y reivindicaciones. Y para abrir al mundo una ventana hacia la realidad oculta y silenciada del oficio peor pagado de la historia.
Mamá Mundo ha sido concebido como un lugar de entrenamiento y encuentro para estimular la creatividad, recuperar fuerza y elasticidad, y entrar en contacto con los recursos propios y colectivos respecto a la modalidad femenina del maternaje. Partiendo desde la experiencia personal y tomando el cuerpo como anclaje, proponemos un viaje hacia la palabra como fundamento de una nueva consciencia. Talleres regulares en Ibiza y Barcelona. Informes e inscripciones: faustinahanglin@gmail.com
Madres contrarreloj en Ábaco
El número 58 de la revista de cultura y ciencias sociales Ábaco, está dedicado al PRECIO DE LA UTOPÍA EN TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE. Incluye trabajos como La mentira del miedo de Jose Luis Castillejo o El trueque: utopía hecha realidad, de la socióloga colombiana Dora Marleny Vásquez, entre otros. Bajo el título de Madres contrarreloj se publica un texto de Faustina Hanglin sobre madres solteras de inseminación artificial. Ábaco se distribuye en librerías españolas e iberoamericanas y es miembro de ARCE.
La madre contrarreloj
Relato sobre la maternidad clavada de Gabriela de Vries, en MadresCentral.com
¿A qué esperas?
Para contar lo que nunca has contado, para expresar tu desconcierto, tu frustación, tus inquietudes y tus alegrías, para eso está Madres Contrarreloj. Para que otras madres atosigadas como tú en este mundo competitivo y voraz puedan reconocerse en tu relato. Para que puedas confesar que la maternidad no es lo que esperabas, para que narres con detalle la transformación que ha operado en tu vida y los matices que otorga a tu ser mujer. Te propondré artículos para que los comentes, consignas de escritura para que inventes y otras secciones para crear juntas un recurso polifónico para todas las mujeres.
¿Cómo participar?
En cada entrada encontrarás un texto, propuesta o consigna. Puedes escribir para comentar el contenido, o elaborar tu respuesta según la propuesta o consigna. Piensa bien tus palabras pero no demasiado. No tengas miedo de extenderte si hace falta, pero tampoco de recortar. Intenta ser veraz, escribe con el corazón sin tener en cuenta la corrección y no te esfuerces por ser divertida. El hallazgo está en el acceso a realidades vedadas y zonas ocultas de tu intimidad. Gracias por abrir tu alma.
Di-secciones
Epistolario de Paridas: cartas a otras madres, confesiones íntimas, reflexiones a la luz de una vela.
Flashes y Truenos: llamadas de atención, noticias cortas, provocaciones, hechos, datos y propuestas que nos dejan con la boca abierta.
Fricciones Ficticias: una madre atosigada se ha convertido en muchas. Aquí vemos momentos, escenas y disparates de su vida cotidiana, pesadillas y sueños enlazan con la búsqueda desesperada de Charlie, un marido risueño que desapareció en la nada. Si quieres seguir el hilo, empieza desde el principio, que está al final.
Investigación: reportajes y artículos de investigación periodística.
Refritos: dichos, escritos y pruritos de otros que digiero y repito, con la coma intacta o la goma corrida, lo que importa es el eco que aquí provoca lo que más allá se diga.
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Partes de Partos es una recopilación de voces, visiones y fragmentos de nacimientos cuyos protagonistas son los padres y sus hijos. Son partes porque los considero informes, relatos en primera persona, haya pasado poco o mucho tiempo del acontecimiento. Y son pedazos, fragmentos, aspectos en tanto que nuestra memoria elabora un relato en base a un mapa de manchas, arenas movedizas de la emoción en su búsqueda de nuevas formas y equilibrios. Así, con estas memorias fragmentarias e individuales teñidas por el agua y los humores de la percepción, espero hacer un cocktail de mitades y construir un espejo.
Frente a ese espejo quiero que podamos sentarnos, padres y madres, hijos y hermanos, a contemplar el milagro del nacimiento desde tantos puntos de vista como me permitan mi búsqueda y la generosidad de ustedes.
Faustina Hanglin
Mi amor, amor mío
Qué extraño escribir de nuevo estas palabras, escucho ahora cómo rebotan las letras entre sí, mi amor, amor mío, y me parece que revelan al mismo tiempo el misterio y la solución del enigma. Estás sin nombre todavía. Aún no has llegado y ya me dueles, te siento, te huelo, te espero en las noches de vigilia cuando en la intimidad me llamas suavemente con tu leve latido: pum pum, pum pum, pum pum.
¿Dónde estabas?, ¿en qué lugar del universo habitabas cuando escuchaste mi voz, mi alarido? Te llamaba en silencio, con el sonido de mi carne vibrando en otro cuerpo, ¿lo recuerdas? ¿Dónde, dime, dónde habitaba el polvo de tu alma, detrás de cual estrella?, ¿te llegó mi llamado a lomos de una burbuja o de una estela?, ¿cómo supiste que te estaba buscando?
Pero ya poco importa, si la verdad es bella. Estás entrando en el instante en el que habito un lugar de ensueño, un vaivén rotundo, armónico. Como si después de haber saltado al precipicio, en vez de estrellarme hubiera sido salvada por un globo o una cigüeña, cambiando de rumbo. Y en lugar del golpe atroz contra el suelo… ¡un paseo por el cielo! Era tu mano la que tomaba la mía y me guiaba. Me pediste agua, risa, cosas pocas y claras. Tus dedos se agarraron a los míos y eran hermanos, como una trenza de brisa. Tan leves tus huesos, tan frágil tu piel y sin embargo en tu cuerpo estaba ya escrito lo que has de saber para la vida.
Una vez soñé que nacíamos. Me parías y yo te paría en el mar azulado de nuestra isla. Tenías cuerpo de pez con cabeza de luna y te acompañé con mis manos hasta el principio del túnel, donde pudieras ver la salida. Ahí estaba la luz, radiante, plena. De pronto en una cueva resonaron pasos de soldados, guerreros mal ataviados. Observamos por un agujero a los hombres con lanzas y cuchillos alzados. En silencio, temblando, intuí que estabas destinado y que habrías de cabalgar la espuma. Entonces huimos. Volvimos a nado a refugiarnos tras las dunas. Allí en la tierra encontramos terrenos baldíos, parajes abandonados. Era tu padre quien nos guiaba hacia un lugar encantado, un castillo habitado por hados y brujos jugadores de dados. Nos llevaba a caballo, cuando en una encrucijada avistamos un basural esparcido y una gaviota graznando en lo alto. Al verla tu padre dijo: “ahí está nuestro pájaro”. ¿Nuestro?, pensé, ¿será que es nuestro todo aquello de lo que somos hijos, aquello que nos elige como padres o nos toca en suerte como hermanos?
¿Qué posesión es la nuestra?, mi amor, amor mío. Si mi cuerpo no es más que tierra en la que has sido sembrado, tobogán, desliz, vehículo aceitado. ¿Eres mío, mi amor, amor mío? ¿O eres tuyo, suyo, de la tierra, del cielo y de los seres alados? Ves, aquí está el enigma. Mío, mío, mío… ¿qué puedo poseer si ni siquiera el aire que estoy respirando puede ser atrapado, patentado, etiquetado? Este aire que nos mece, nos sostiene, nos da aliento para seguir viajando. En el viaje hacia el norte descubrimos un territorio extenso pero yermo en el que nos afanamos por filmar el rescate de un arce atrapado en un lago helado, y hacia el sur hallamos encrucijadas en las vías abandonadas donde descansan los restos descuartizados de algún niño cartonero, ofrecido en sacrificio a los dioses por lugareños huraños. Qué moderno, nuestro paisaje. Qué modernidad tan salvaje…
Tú decidiste venir al mundo y elegiste mi cuerpo como nido. Pero, deseado y temido niño, ¿sabes tú lo que pasa con la mujer?, ¿lo que pasa conmigo? ¿En qué momento se vació mi sentido hasta convertirme en una esclava del ego que no sabe ser si no poseo? Ahora puedo verlo: yo soy esa gorda muerta entre las manos de un cirujano plástico y también la última de la fila, ahogada por los cables de la perfección y los mandatos de la autoestima.
Sabes, hoy soñé que le cantaba a una niña. Estaba vestida de encajes y le rozaba la cara con mis dedos livianos. De pronto llegaba una mujer casada y me decía “pareces una ramera”. Así dejé de cantar. Y al día siguiente desperté troceada como el niño cartonero, sólo que empaquetados en cartón los pequeños pedazos de mi cuerpo se deslizaban por una cinta metálica para ser vendidos quién sabe a quién.
Esta mañana corrimos con tu padre a un centro comercial para comprar cosas de casa. Hasta ahora vivimos comiendo queso y pan salado sentados en un colchón prestado. Pero si llega él hemos de estar preparados, pensamos. Y fuimos a buscar armarios blancos para tus ropas celestes y librerías rojas para los libros de alpiste. Cuando estábamos cargando con los muebles embalados tu papá se puso rojo, verde y de todos los grises por levantar aquel pedazo. Yo con la panza le guiaba las manos, pero igual no podía con tan grandes maderazos. Aun siendo capitán de los equipos de natación, ajedrez y bridge en sus tiempos de escuela, aun cuando para presidente ha sido educado y por los elegidos del Arte y los iluminados de la Ciencia entre miles de chicos fue el único aceptado. Aun así, no tenía toda la fuerza. Por suerte, hace mucho tiempo naufragó en tierras de ternura, donde habitamos los reales humanos. No las máscaras del ego: ellas habitan en el lugar sin tiempo, en una ardua y estéril llanura.
Nosotros ocupamos un espacio entre las sábanas, donde podemos crear estados y mover montañas sin utilizar palabras. En ese espacio saludaste al alba esta mañana, apretado entre mi vientre y la espalda de tu padre dabas puñetazos y patadas. Así supimos que querías salir y que venías con ganas, con fuerza, con sueños cabezudos. Aquí estamos, mi amor, amor mío. Te trajimos unos muebles para que tengas abrigo, aun cuando la verdad de nuestros cuerpos mecidos por el latido de la piel sea todo lo que nos da sentido. Aun sabiendo que la frágil triada de epidermis encendidas que componemos puede ser dinamitada por fibrilaciones egoístas y vanidades desencontradas.
¿Qué quiero decirte con estas desesperadas letras, mi niño?, ¿de qué quiero preservarte, qué puedo exorcizar con mis pobres palabras? Tal vez es mi propio abandono y mi soledad lo que intento alejar con esta invocación suplicante: tráeme a la vida, hijo mío, atraviesa mi carne para escribir tu propio libro. No habré de olvidar que cada cuerpo tiene su camino.
Gracias por acudir, mi amor, amor mío. Ahora estás entrando en nuestro instante con tu ser ensangrentado cubierto por mi entrañable cuidado, amamantado por mis venas llegarás como un gigante con corona de hiedra, con pies que ya han caminado por el sideral espacio y todavía pretendo que seas mío, mío, mío.
“Solamente una conjunción de esperma y óvulos bien avenidos”, dirían los científicos premiados, “podemos construir humanos de todas las formas, colores y tamaños. Es cuestión de tiempo”. Pues tiempo es lo que nos sobra, a los humanos. Tiempo para latir, vibrar, ensancharnos y expandirnos hasta encontrar otro cuerpo en el cual enraizarnos, abriendo nuestras agallas, nuestros agujeros y nuestros precipicios feroces. Ser devorados por el hoyo interminable de la noche, en el cual hemos de ocultarnos, en silencio, acurrucados. Y ahí nutrir, organizar el caos biológico de nuestro organismo hasta convertirnos en seres perfectos, diseñados para ser atravesados por el aire, el agua, la risa y pocas cosas claras.
Mi amor, amor mío. Tal vez seamos siempre extranjeros, siendo habitantes de la misma esfera mágica que empieza en el vientre paterno, cuando el cielo materno se relaja y deja caer su lluvia de huevos, deseos de panes bajo el brazo y sueños fraternos. En el intersticio entre una sangre y la otra, agarrada como una idiota a los cueros de tu padre me hice patriota de esta tierra ignota, absurda, llamada amor indescifrable y otorgada sobre todas las cosas a cada una de las pequeñas gotas, nosotros los seres vivientes que habitamos la Gaia verde, Gea poderosa.
Te espero, hijo
Tu madre
Barcelona, domingo 20 de enero del 2008
Convención de los Derechos del Niño, de Wikipedia, enciclopedia libre
La Convención sobre los Derechos del Niño (o CDN) es un tratado internacional de las NAciones Unidas sobre los derechos del niño, que posee 54 artículos que reconocen que todos las personas menores de 18 años tienen derecho a ser protegidos, desarrollarse y participar activamente en la sociedad, estableciendo que los niños son sujetos de derecho. Fue adoptada por la Asamble General de las NAciones Unidas, el 20 de noviembre de 1989.Es el tratado internacional que reúne al mayor número de Estados partes. Ha sido ratificada por todos los Estados del mundo, a excepción de Somalia y Estados Unidos de América, éste último fundamentalmente debido a la prohibición de la aplicación de la pena de muerte a niños que contiene esta convención.
Historia
1919: La Sociedad de las Naciones (SDN) crea el Comité de Protección de la Infancia. La existencia de este comité hace que los Estados no sean los únicos soberanos en materia de Derechos del Niño.
1923: Eglantyne Jebb (1876-1928), fundadora de Save the Children, formula junto con la Unión Internacional de Auxilio al Niño la Declaración de los Derechos del Niño, conocida también como la Declaración de Ginebra.
1924: La Sociedad de Naciones adopta la Declaración de Ginerbra de los Derechos del Niño.
1927: Durante el IV Congreso Panamericano del Niño, diez países americanos (Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Chile, Ecuador, Estados Unidos, Perú, Uruguay y Venezuela) suscriben el acta de fundación del Instituto Interamericano del Niño (IIN), organismo promotor del bienestar de los niños y sus madres en la región.
1934: La SDN aprueba, por segunda vez, la Declaración de Ginebra de los Derechos del Niño.
1946: El Consejo Económico y Social de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) recomienda retomar la Declaración de Ginebra. Luego de la Segunda Guerra Mundial, un movimiento internacional se manifiesta a favor de la creación del Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
1948: La Asamblea General de las Naciones Unidas proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En ella, los derechos y libertades de los niños, las niñas y los adolescentes están implícitamente incluidos.
1959: La Declaración de los Derechos del Niño es adoptada por unanimidad. Sin embargo, este texto no es de cumplimiento obligatorio para los Estados.
1979: Se celebra el Año Internacional del Niño. Se realizan actividades conmemorando el vigésimo aniversario de la Declaración de los Derechos del Niño.
1983: Diversas ONG se organizan para elaborar una Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, teniendo un estatuto de consulta junto con las Naciones Unidas.
1989: La Convención sobre los Derechos del Niño es adoptada por la Asamblea General de la ONU y abierta a la firma y ratificación por parte de los Estados.
1990: Se celebra la Cumbre Mundial de Presidentes en favor de la infancia. En dicha cumbre se aprueba el Plan de Acción 1990-2000, el cual sirve de marco de referencia para los Planes Nacionales de Acción en cada Estado parte de la Convención.
2001: Se celebra el Año Interamericano de la Niñez y la Adolescencia
Principios fundamentales
Participación: Los niños, como personas y sujetos de derecho, pueden y deben expresar sus opiniones en los temas que los afecten. Sus opiniones deben ser escuchadas y tomadas en cuenta para la agenda política, económica o educativa de un país. De esta manera se crea un nuevo tipo de relación entre los niños, niñas y adolescentes y quienes toman las decisiones por parte del Estado y la Sociedad Civil.
Supervivencia y Desarrollo: Las medidas que tomen los Estados Parte para preservar la vida y la calidad de vida de los niños deben garantizar un desarrollo armónico en el aspecto físico, espiritual, psicológico, moral y social de los niños, considerando sus aptitudes y talentos.
Interés Superior del Niño: Cuando las instituciones públicas o privadas, autoridades, tribunales o cualquier otra entidad deba tomar decisiones respecto de los niños y niñas, deben considerar aquellas que les ofrezcan el máximo bienestar.
No Discriminación: Ningún niño debe ser perjudicado de modo alguno por motivos de raza, credo, color, género, idioma, casta, situación al nacer o por padecer algún tipo de impedimento físico.
Imagen de la obra Esperando a tu género, Forn de Teatre Pa'tothom
Colaboraciones
Ilustración de portada, El tiempo, por Eugenia Anglès. Fotografías reportaje Madres contrarreloj y entorno Faustina Hanglin, Michael Boyadjiev.
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