viernes, 14 de noviembre de 2008

Lo Perdido

“Ye she long da tian, ye she long da tian”. Repites mentalmente mientras corres con tu alma malherida. Charlie es una imagen borrosa en tu frente marchita. Ya no recuerdas cómo le amabas ni si era un amante decente, ya no recuerdas casi nada. Y sin embargo estás habitada por un ritmo demente, un grito enloquecido que te empuja a buscarle y ay, por encontrarle tienes alas. Volando has llegado hasta el local de los chinos, al lado de donde vive la chinita que te dijo esas palabras. “Ye she long da tian” estás murmurando cuando de pronto a tu lado escuchas una voz amortiguada. “¿Tienes fuego, guapa?” te dice un joven moreno, con la mirada aguada y hablar gangoso. “No fumo” respondes y sin querer añades “ye she long da tian”, en voz baja. El tipo abre los ojos como pozos y te aclara “Abuelo es dragón del cielo es una balada… cuenta la historia de un hombre bueno que fue aniquilado al alba. Su hija estaba embarazada, llena de sueños. Pero había una maldición heredada entre las mujeres de esa casa…”. Miras sorprendida a ese hombre y entonces le hablas “¿Cómo te llamas?, preguntas. “Louis Perdido. Lo para los amigos.” Te dice él casi risueño. Entonces buceas su mirada y está calmada, sin ruidos. Aunque sus pies están hechos añicos y sus ropas son harapos, Lo promete un buen rato. “¿Qué buscas?”, te inquiere él mientras tú oteas del otro lado, buscando en la tienda alguna pista que resuelva el asesinato. “Busco…busco…”, hesitas un instante y luego afirmas “busco a mi hermano”. Entonces caes en la cuenta. Charlie es tu hermano. También tu hombre, tu amante, tu enamorado. Pero sobre todo tu hermano. En esta vida y en la otra quieres abrazarlo, saber que está bien, acompañarlo. Entonces recapacitas “Bueno, no. Es mi marido. El padre de mi hijo. Se perdió hace meses, siglos, años… no recuerdo. En esta esquina estuvo y me llamó por teléfono…”. “Ah, vaya”, responde Lo, “Yo también la estoy buscando. A mi hermana, a mi amada. Amy se llamaba. La muy guacha… se fue sin decir nada. Una mañana, al despertar ya no estaba... había dejado las llaves de mi coche en un vaso de agua, con un papelito. Me explicaba que el coche estaba en la playa Ancha, si lo quería. Y firmaba pidiendo que no la buscara, nunca. Cuando fui a la playa a por mi coche descubrí que estaba bajo el agua… había aparecido aquella semana y estaba en el espigón, entre las rocas metido…” Lo arrastra estas palabras y luego ruge enfurecido “!Por eso metió las llaves en el agua, la muy bestia!... al principio no lo entendí, ¿sabes? Pero es que ella siempre ha sido rápida y yo, lento”.
Lo Perdido mueve la cabeza como si doliera. Te está doliendo el cuello de tanto pensar en ello, entonces buscas en tu bolso y le tiendes unas llaves. “Es viejo pero funciona”, le dices sin pensar en lo que haces. “Está aparcado frente al parque, un Citroën amarillo. Era de Charlie”. Lo Perdido te mira como si estuvieras loca. Luego mueve la boca y le salen borbotones de fresas, frambuesas y frutas deleitables. Flores de risa brotan en el aire.
Lo Perdido te mira, respira y trina estas frases “Las mujeres sois el más bello enigma que nos dejó el de arriba. Qué pena que algunas estén tan desquiciadas haciendo disparates. Amy se llevó a mi hijo, se fue con sus amigas divorciadas a trepar una cima. Fuimos un buen equipo pero nos metió dinamita porque quería cancanear, festejar y trasnochar. Ganar guita y estar como la que más… y ahí se fue la madre con mi criatura prendida". Lo suspira hondamente y añade pensativo "Nunca has de hacer lo que no quieres que te hagan”, clavando sus ojos transparentes en los tuyos “no dañar, pisotear ni insultar al que te ama…”

Lo Perdido se calla. Tú no hablas.

En ese momento el motor de una motocicleta estalla, suena su estruendo y pasa a vuestro lado como un trueno una moto de gran calibre. “¿Lo ves?” te dice Lo Perdido, “de tanto correr la gente ha perdido el sentido….” Cuando está diciendo esto te acuerdas del tiempo y miras tu relojillo. Son pasadas las siete y has de correr a buscar a tu niño. Te despides de tu amigo y él te besa agradecido. Con esta perla como guante ceñido te devuelve a la ciudad en la que estáis perdidos: “No corras, belleza. Si corres te puedes caer o puedes perder a los que van más despacito. Y luego, en la cuneta, sola o majareta, ¿quién te va a querer?".

3 comentarios:

Atajou dijo...

¡Ha vuelto mi heroína de película!
:)

Pruna dijo...

¡BIEN! Fricciones ficticias de nuevo, ya las hechaba de menos!:))
Rakel

Faustina Hanglin dijo...

es que estaban tan perdida...:(