Esta mañana amaneciste con la teta izquierda, siempre más generosa que la derecha, chorreando leche como si de una fuente venusina se tratara. Ya despierta, hambrienta por los efectos de la lactancia, corriste al supermercado del pueblo a por los víveres de la semana. Frente a la caja, una mujer madura con piel curtida por el aire campestre alaba los beneficios de la lactancia y luego declara: "Yo tuve diarrea cuando mi beba tenía dos meses y el médico me dijo que no le diera más porque la leche estaba mala. Se me pusieron como melones. Hasta que una amiga me dijo que hirviera unas coles, las untara con aceite y me las pusiera en la pechanga. No veas como chorreaba agua...". En Bolivia algunos lugareños dan de beber leche de madre a los viejos enfermos. Dicen que cura la bilis amarga. Estas y otras leyendas, son los mitos de la leche. Que si al beber cerveza el pecho se carga. Que no todas tienen leche. Que el pan da pedos y el ajo enagria. Vete a saber si le gusta y si te quiere...
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1 comentario:
Lamentablemente yo no he podido disfrutar de la lactancia como madre, pero sí como beba. Cuando nací, mi padre compró un jamón, una lata de anchoas y una caja de cervezas de litro. Según parece el jamón y las anchoas para que mi madre tuviera sed. Las cervezas para aplacarla.
Si algún pediatra lo viera ahora se echaría las manos a la cabeza de ver a mi madre bebiendo alcohol, pero no nos pasó nada malo, ni a ella ni a mí. Mi recomendación para estos tiempos de abstinencia es que la cerveza sea sin alcohol (al parecer los cereales de los que está hecha son estupendos para producir más y mejor leche).
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