martes, 15 de julio de 2008

Forofas del pañal

Estás espiando a tu bebé desde detrás de la cortina. Hace ya horas que duerme y no aguantas más, necesitas tocarlo, olerlo, relamerte los labios acariciando su piel. Se mueve un poquito como si estuviera soñando. Sabes que no tardará mucho, es hora de mamar otra vez. Pasan los minutos y sigues de pie espiando, pero tu bebé no se decide. Duerme, rebufa, hace algún ruidito. Con cada movimiento y cada sonido tu cuerpo se tensa como un junco al viento, estás pronta, lista, con las tetas chorreantes bamboleando debajo del vestido. De golpe tu niño emite un suave quejido, abre la boquita en forma de rosa y suelta un alarido. Es el grito de la leche. Por fin, ahí estás, excitada como una perra te abalanzas para cogerle. Lo tienes en tus brazos y ahí mismo frente a la cuna lo meces, lo acercas a tu cuerpo fíbrilante mientras él tiembla de hambre buscando el pezón por encima de la tela. Lo hueles, un suave perfume de leche y caca te inunda el entendimiento, las cuerdas y las agallas. Te vuelves loca, explota una cascada de señales endocrinas y te estremece el alma, una espiral atraviesa tu cuerpo hasta las entrañas. Finalmente, tu bebé se prende al pezón y sonríe sin mostrar los dientes. Un aleteo de mariposas asciende por tu vientre y te sume en una dulce vigilia. Sigues de pie aunque no te des cuenta, una fuerza inconsciente te mantiene erguida y ahí prendida, la criatura a la que perteneces te devuelve a la vida.


Instantes mágicos junto a nuestros hijos nos devuelven la comprensión de la vida. Finalmente, podemos aceptar y afirmar nuestra existencia convertidas en forofas del pañal. Cuenta aquí los acontecimientos íntimos que cimientan la unión con tu hijo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre me ha dado gran satisfacción dar el pecho a mi hijo. Creo que nada más en el mundo consigue dejarme tan satisfecha y orgullosa. Cuando volví a trabajar pensé, le dejaré en la guardería, me echará de menos. Y ya me teneis muñiendome cada día para levar 400 ml de leche al cole. Lo habeis leido bien: 400 ml. Cuando le iba a buscar él siempre buscaba la teta y nos sentábamos en algun lugar agradable y teníamos un felicísimo reencuentro. Ahora que ya tiene más de año y medio es cuando, a parte de darme satisfacción, el hecho a adquirido una dimensión de diversión y de comunicación ya verbal. Cuando nos reencontramos, me dice "Mama, seu". Y yo me siento. Él sube a mi regazo y me dice "teta". Yo le doy el pecho. Al cabo de un rato, él me mira, se da la vuelta y dice "ahora, la otra".