Ha llegado la tan cacareada crisis a nuestra isla de ladrillos. El sol revienta las espinas mientras levanto mi dedo al viento: para un lado o para el otro, por donde sople pongo a arriar las velas. Son de cera violeta, azul y magenta. Todos colores morados, para mis noches de luna sedienta y mis amores de teta. He dado de comer a los gatos y retiro las espinas relucientes para evitar algún estrago, cuando reparo en las noticias del papel de diario sobre el que un felino ha vomitado. Los titulares anuncian suicidios en masa en la costa oeste norteamericana, miles de nuevos refugiados aterrados y la caída en picado de los divorcios entre hispanos. En estas lindezas estoy pensando cuando le pregunto a mi vecina por encima del cercado, una viejita alemana con moño desgreñado, cómo encara la cosa a sus venerables años. "Con un poco de agua caliente y unas hierbas del campo, mientras tenga cartas de bridge, lo importante es seguir jugando", me confiesa tarareando una melodía, que anuncia un nuevo día.
Al pincharme con una espina, recuerdo un cuento de Margarita, la autora de Faustina en la hoguera, que narra una noche extraña en que su perra estaba de parto y atrajo la sombra de un gato. Al oir a los animales gruñendo, Margarita fue a su encuentro y encontró a su perrita llorando lágrimas de sangre. A los pocos días extirparon el útero a la anciana perrita y Margarita la cubrió de besos y caricias. En otra noche rara, Margarita escuchó nuevos gruñidos y al acudir junto a sus bichos descubrió lo que había sucedido: el perro de la casa había violado a la perra, estando encendido no supo oler el vacío.
Entre el bridge de mi vecina y las desventuras uterinas de mi amiga Margarita, me he quedado en el sistema prendida. Como la sombra de un gato o las noticias con espinas es nuestro presente anatema. Y para eso nos visten con sus pobres prendas millonarias. Por esto es que esta noche planeo quemar en la hoguera mis mejores vestidos, mis botas de Prada y todos mis anillos. Excepto una piedra preciosa antigua y verdosa, que tiene dedos de pan y ojos de viento para aprender a contar a la luz de las velas la verdad de los afectos.
Si la crisis es voraz, que se coma las mentiras.
Que se coma las caretas y el oro virtual.
Que nos deje en pelotas, sin marcas, sin títulos, sin propiedades y sin doctorados, que pulverice records mundiales y gratificaciones navideñas, sueldos arañados y delicatessen extremas.
Que la crisis purifique, desintegre y renueve en unos cuantos años lo que hemos envenenado durante siglos. Si así fuera, que así sea, ya tengo medio cuerpo metido en la hoguera. El resto lo dejo para la crisis venidera.
Visiones de un elfa sudamericana aquí
Al pincharme con una espina, recuerdo un cuento de Margarita, la autora de Faustina en la hoguera, que narra una noche extraña en que su perra estaba de parto y atrajo la sombra de un gato. Al oir a los animales gruñendo, Margarita fue a su encuentro y encontró a su perrita llorando lágrimas de sangre. A los pocos días extirparon el útero a la anciana perrita y Margarita la cubrió de besos y caricias. En otra noche rara, Margarita escuchó nuevos gruñidos y al acudir junto a sus bichos descubrió lo que había sucedido: el perro de la casa había violado a la perra, estando encendido no supo oler el vacío.
Entre el bridge de mi vecina y las desventuras uterinas de mi amiga Margarita, me he quedado en el sistema prendida. Como la sombra de un gato o las noticias con espinas es nuestro presente anatema. Y para eso nos visten con sus pobres prendas millonarias. Por esto es que esta noche planeo quemar en la hoguera mis mejores vestidos, mis botas de Prada y todos mis anillos. Excepto una piedra preciosa antigua y verdosa, que tiene dedos de pan y ojos de viento para aprender a contar a la luz de las velas la verdad de los afectos.
Si la crisis es voraz, que se coma las mentiras.
Que se coma las caretas y el oro virtual.
Que nos deje en pelotas, sin marcas, sin títulos, sin propiedades y sin doctorados, que pulverice records mundiales y gratificaciones navideñas, sueldos arañados y delicatessen extremas.
Que la crisis purifique, desintegre y renueve en unos cuantos años lo que hemos envenenado durante siglos. Si así fuera, que así sea, ya tengo medio cuerpo metido en la hoguera. El resto lo dejo para la crisis venidera.
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1 comentario:
guauu... siempre que leo algo tuyo me resuenan tantas cosas... Pues a quemar las pelotudeces a la hoguera....
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