Charlie no ha vuelto. Han pasado días de cemento y sigues igual. Bueno, peor. Ahora sueñas con lagartos verdes envueltos en celofán; tú y Charlie los cogéis, al vuelo, en una escena que se repite todas las noches cuando intentas conciliar. Pero es inconciliable, el tormento que sientes con la calma que tienes, cuando bañas a tu pequeño, lo meces, le cantas. Lo zarandeas y bailas con él frente al mundo. Ha conocido la playa, el agua, los árboles y las plantas. Esta mañana vio a un ruiseñor, un pajarito tierno. Ve las puestas de sol sentado como un señor a horcajadas en tu cuerpo. No empezó a gatear pero hace arrastradas al viento y ya descubrió al devorador de arena. Esta tarde comió su papilla blanda como un león y ahora duerme. Mientras, tú repasas las canas que tienes, te ha salido un mechón en la frente. Te miras al espejo y ves tus dientes, tu mandíbula clavada y tu cara, de repente. Eres tu madre. Ella te mira desde el otro lado del espejo y te señala el retrete, luego levanta las cejas indicando las tejas, una telaraña. Una no, veinte.
lunes, 29 de septiembre de 2008
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1 comentario:
Ahogadita de trabajo estoy, pero sigo entrando a ver qué pasa con Charlie.... Y como se metaboliza la protagonista en su búsqueda
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